RECUERDOS DE UN DANDY
QUE SE CONVIRTIÓ EN EL "DUCHAMP ARGENTINO"

Federico Peralta Ramos ganó la beca Guggenheim, se la gastó en una fiesta con amigos y mandó la cuenta como manifiesto.
El 30 de agosto se cumplieron veinte años de su muerte.

PERALTA RAMOS. En 1981, frente a la cámara de  Eduardo Grossman.

ABSTRACCIÓN Y GEOMETRÍA EN EL MACBA,
QUE ABRIÓ EL SÁBADO.


El nuevo espacio, que cuenta con una colección de 120 obras, está dedicado al arte contemporáneo.


Por Mercedes Pérez Bergliaffa - ESPECIAL PARA CLARIN

Un sol espléndido dijo presente ayer, durante la apertura del MACBA, el Museo de Arte Contemporáneo de la Ciudad de Buenos Aires. Ubicado en el corazón de San Telmo, al lado del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires –el por estos días tan polémico MAMBA–, el nuevo espacio viene a confirmar lo que de a poco se va gestando en la zona sur: un nuevo polo cultural con una identidad propia.
Desde temprano en la mañana se fueron acercando al MACBA distintas personalidades del mundo del arte, como los artistas Yuyo Noé, Guillermo Kuitca, Gyula Kosice, Delia Cancela, Horacio Zabala, Ary Brizzi, Charly Squirru, Rogelio Polesello, Silvana Lacarra, Fabián Burgos, Martín Di Paola, Karina Peisajovich, Eduardo Costa y Marta Minujín, entre muchos otros, así como el agregado cultural de la embajada de Francia, Aldo Herlaut, Isabelle Petersen y Dieter Cavallieri –de la embajada de Suiza–, Oscar Smoje –director del Palais de Glace–, Claudio Masseti –director del Centro Cultural Recoleta–, Luis Ovsejevich –presidente de la Fundación Konex–, Facundo Gómez Minujín –presidente de arteBA–, Ricardo Blanco –director de la Academia Nacional de Bellas Artes–, Diana Saiegh –directora del Museo de Arte del Tigre–, María Teresa Constantín –directora del Espacio de Arte de la Fundación OSDE–, Laura Buccellato –directora del MAMBA–, y los directores de casi todos los museos de la ciudad. No pasó lo mismo con los museos nacionales: su ausencia llamó la atención.
El corte de la cinta se hizo en la vereda cerca del mediodía. El financista Aldo Rubino –dueño y director del MACBA–, junto con la curadora de la institución, María Constanza Cerullo, y la directora artística del museo, la historiadora del arte María José Herrera –quien luego de 27 años de desempeñarse como Jefa de Investigaciones en el Museo Nacional de Bellas Artes asumió este nuevo desafío–, se juntaron para este momento, junto al Ministro de Desarrollo Urbano Daniel Chain –asistió en representación de Hernán Lombardi, quien se encuentra fuera del país–, y los artistas Gyula Kosice, Rogelio Polesello y Marta Minujín. Rubino cortó, con un “clic”, la cinta, y dejó así inaugurado el luminoso espacio de siete pisos, cuatro de los cuales conforman el museo.
Obras geométricas, de colores brillantes, se lucían ayer entre los invitados especiales, quienes no dudaron en dirigirse inmediatamente al nivel más precioso del edificio: una terraza con vista a todas las cúpulas históricas de San Telmo, que brillaban alegremente. Fue un momento de fiesta: las pinturas del MACBA observaban, desde su nueva casa, pasar por delante artistas y copas de champagne. Y Rubino –anfitrión emocionado–, hasta se animó a cantar unos tangos.

Fuente: Revista Ñ Clarín

EL MATEO TAMBIÉN TIENE SU HISTORIA

Los carros cambiaron de nombre por una obra de teatro. Y fueron masivos hasta 1930.

Sobrevivientes. El clásico paseo por el Rosedal de los mateos que quedan en Buenos Aires. En su apogeo, una ordenanza los regulaba. / mario quinteros

Por Eduardo Parise

Hasta las primeras tres décadas del siglo XX se contaban por miles. Y su función podía variar entre llevar desde una estación de trenes a un recién arribado a la Ciudad, con sus sueños y esperanzas intactas, hasta transportar a algún dandy porteño, tanto a la llegada como a la salida de una milonga en Palermo. Es que, desde 1850, las “victorias”, tiradas por un solo caballo y a cargo de un cochero, estaban incorporadas al paisaje de Buenos Aires tanto como esa música popular que conocemos como tango.
Se los veía siempre en los alrededores de las plazas más importantes, como Constitución, Miserere, Congreso o de Mayo. Por eso algunos los denominaban “placeros”. Pero en 1923 la influencia de una obra de teatro les cambió el nombre para siempre.
La obra se estrenó en mayo de ese año en el Teatro Nacional. La había escrito Armando Discépolo (el hermano de Enrique Santos) y contaba algo de la dura vida de don Miguel, un inmigrante italiano que veía cómo la merma en su trabajo complicaba su existencia. Entonces el hombre volcaba sus penurias hablándole a Mateo, el viejo matungo de su carruaje. Fue tanto el impacto popular que tuvo que desde entonces a los carros se los llama mateos.
La mayoría de esos mateos llegaron desde Francia, aunque a mediados del siglo XIX eran muy importantes en las principales capitales de Europa como Londres, Berlín o Viena. Y aquello se vería reflejado también en Buenos Aires. Tanto que ya en 1866 aparecía una ordenanza para reglamentar su actividad. Entre otras cuestiones, se establecía que, para circular de noche, debían llevar faroles encendidos cuando no hubiera luna llena. Aquellas luces funcionaban con carbono.
Equipados con mullidos asientos forrados en cuero, negras capotas que protegían del rocío y con elásticos de buen hierro debajo de la carrocería, para amortiguar el traqueteo sobre el adoquinado porteño, los mateos empezaron a entrar en la historia cuando el servicio de tranvías llenó la Ciudad y los “autos de alquiler con reloj taxímetro” (como se denominaba a los taxis) coparon la parada del transporte urbano, previo auge de los colectivos.
La prohibición de la tracción a sangre en la Ciudad (sancionada en 1960) también influyó. Sin embargo, hoy todavía hay algunos que se lucen en las dos paradas que mantienen como bastiones de aquel tiempo: frente a la entrada principal del zoológico (en las avenidas Las Heras y Sarmiento) y frente al gran Monumento de los Españoles (avenidas Del Libertador y Sarmiento). Desde allí, frecuentados en forma mayoritaria por los turistas, siguen al trotecito lento por la zona del Rosedal en un paseo con mucha nostalgia para los mayores y mucho asombro para los más chicos, acostumbrados a las velocidades del siglo XXI. Eso sí: en todos los mateos están incluidos los dibujos de los históricos filetes porteños, un arte popular que en su origen tuvo alguna influencia europea pero que es tan argentino como el dulce de leche.
Para estos carruajes quedó lejos la época en que las familias patricias, con cochero incluido, los tenían como un símbolo de su buen pasar. La expansión de la Ciudad también los fue dejando fuera de juego, como les pasó a aquellos ómnibus con techo de lona que se usaban para llevar gente a los loteos de tierras en barrios alejados del Centro o para disfrutar alguna excursión. Muchos también salían desde la zona de Plaza Italia. Por el diseño de su carrocería el ingenio popular los había bautizado con un nombre más doméstico que callejero: les decían bañaderas. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarín.com

EL CALIENTAPIÉS DE LA CASA MANSILLA


Cuadernos Privados


El calientapiés de la casa Mansilla
Los niños de la familia Mansilla se despertaban a las ocho de la mañana cuando una de las morenas que servía en la cocina gritaba “¡Ya ha venido el lechero!”. El anuncio coincidía con la voz maternal: “Niños, ya es hora de levantarse, arriba”. Luego de rezar sus plegarias, Lucio y Eduardita se vestían y tomaban un vaso de leche con espuma (el pan estaba interdicto por sus padres, higienistas). Desde la cama Agustina Rosas, la princesa de la Federación, dirigía las operaciones: los niños debían ir a pedir la bendición con los brazos cruzados, mostrar dientes y uñas y decir una oración (la predilecta era el Avemaría, por su brevedad). A continuación, las lecciones. Palotes, fábulas y recitados de versos: “Un oso con que la vida ganaba un piamontés”.
La campanilla de alambre los liberaba del estudio: sonaba una campanada a las ocho y media o nueve, hora del almuerzo, y dos con intervalos a las cuatro y media o cinco, anunciando la cena. Los horarios eran dictados por el sol y las estaciones, ya que la luz de vela era cara y escasa. Se usaban unas velas de sebo, provenientes de un molde, conocidas como “velas de esperma” (luego fueron llamadas, más discretamente, de estearina). Las lámparas o quinqués, alimentados con un aceite que impregnaba el ambiente de un aroma muy intenso, no se veían muy a menudo. En verano la casa Mansilla solía estar casi en tinieblas, sin más luz que la de la luna, pero los días festivos se colgaban de los balcones unos candilejos de barro cocido alimentados con grasa de potro.
Al escuchar la campanada del almuerzo los niños corrían de la mano a la mesa, donde tenían prohibido hablar o pedir ración doble de puchero o de bisteque, una carne frita en grasa con tomate y cebolla. El postre a veces provenía de los morenos pasteleros que vendían de casa en casa unos pasteles deliciosos y calentitos, cubiertos con un género de algodón para conservar el calor. Cuando caía granizo en abundancia se recogía una buena cantidad para hacer helados de leche y huevo con canela. Los niños colaboraban en la tarea de mover el cilindro para elaborarlo, una gran diversión.
La cena era muy esperada no tanto por el arroz a la valenciana, los sesos o el guiso de garbanzos como por los entremeses de aceitunas, sardinas y salchichón y el postre de fritos de papas con huevo y harina espolvoreados con azúcar. La comida predilecta del tío Juan Manuel era la molleja, asada o guisada. Y la de toda la familia, los pichones de lechuza o de loro.
La futura escritora Eduardita Mansilla comenzó sus estudios en la escuela de misia Candelaria Soria, una señora salteña muy respetable que había situado un establecimiento para niños pequeños en la calle Cangallo. Si bien Eduardita aprendía con facilidad los primeros rudimentos de las letras, su atención era interrumpida a menudo. Cada vez que su hermano Lucio era castigado, cosa que ocurría todos los días, ella no podía dejar de llorar. Quería estar a su lado cuando lo ponían en penitencia, y si el castigo consistía en pararse con los brazos en cruz, ella también se colocaba en posición de crucificada. Si Lucio era enviado al “cuarto de las pulgas” ella se afanaba en acompañarlo y lloraba hasta que lo ponían en libertad. Los castigos eran tan frecuentes que misia Candelaria desaconsejó que siguieran estudiando juntos en la misma escuela.
Por las mañana los llevaba el tío Tomás, que no era un tío sino un viejo mulato que trabajaba al servicio de la familia en términos de una encubierta esclavitud. Si había llovido y la calle estaba embarrada, Eduardita iba sobre uno de los hombros del tío Tomás y Lucio sobre el otro, y si aún caían gotas él se las ingeniaba para cubrirlos con un paraguas colorado. Cuando no había escuela se decretaba “día de amasijo”. Los niños se internaban en el cuarto de la plancha, donde se fritaban tortas y pastelitos, una delicia. El general Mansilla mandaba llamar a un amigo italiano, el signore Boassi, dueño del almacén de la esquina de Reconquista y Cangallo, para que hiciera ravioles.
La comida caliente era muy bien acogida, porque en los días invernales “se vivía tiritando de frío” recuerda Lucio V. Mansilla en su volumen de Memorias . Los padres sostenían la creencia de que el fuego no era algo saludable, por lo que el calefactor más habitual era el calientapiés de brasas de carbón vegetal, aunque el más disputado, y esto sucedía en muchas casas patricias, era el pelado , una raza de perro extinguida que hacía su turno en las camas de la familia.

Fuente: clarín.com

CON LA APERTURA DEL MACBA
LA CIUDAD SUMA OTRO ESPACIO DE ARTE


El Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires reúne la colección privada de su creador, Aldo Rubino, compuesta por 150 obras abstractas y geométricas; ayer, muchísimo público lo visitó gratuitamente.


Durante toda la tarde mucho público recorrió las tres plantas del museo en su jornada inaugural. Foto: Rodrigo Néspolo.

Por Loreley Gaffoglio / LA NACION

Buenos Aires estrenó ayer al mediodía un nuevo museo para el arte contemporáneo, enfocado en exaltar la racionalidad de la geometría, el color y el libre albedrío de la abstracción, en el corazón del nuevo Distrito de las Artes: San Telmo.
Flanqueado por el Mamba y edificaciones bajas, de valor patrimonial, el flamante Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (Macba), con cuatro grandes salas de exposición, una colección exquisita de 150 obras y una estructura despojada de concreto y vidrio, es por donde se lo mire, un lujo. Casi una entelequia que sólo un genuino amor por el arte y el tenaz desvelo de poder compartirlo lograron hacer realidad.
Ejemplo atípico, su inauguración ayer también lo fue. No hubo autoridades de la Nación ni de la Ciudad; sólo asistió Daniel Chaín, ministro de Desarrollo Urbano. Las ausencias sintetizaron el espíritu de un espacio cultural privado e independiente, sin financiamiento gubernamental.
Su hacedor, Aldo Rubino; su mujer, la curadora Constanza Cerullo; la directora artística, María José Herrera, y el curador invitado, Joe Houston, cortaron ayer la cinta inaugural celeste y blanca, junto a algunos de los artistas cuyas obras engrosan la colección del Macba: Guillermo Kuitca, Marta Minujín, Rogelio Polesello y Gyula Kosice.
Entre los referentes del mundo del arte, pocos faltaron a la cita. Desde Luis Felipe Noé, Facundo Gómez Minujín, Laura Buccellato, Luis Ovsejevich, Diego Costa Peuser, Álvaro Castagnino, Alejandro Corres, Julia Converti y Marga Muñoz hasta Marina Pellegrini, Eduardo Pla, Gonzalo Vidal y Daniel Maman, entre otros, unas 350 personas festejaron la apertura al ritmo del 2x4, encomiaron la arquitectura racionalista del espacio y admiraron su acervo, expuesto sobre ascéticas paredes de concreto. El mismo que, con verdaderas gemas, como las obras de Vasarely, Carlos Cruz Diez, Julio Le Parc, Raúl Lozza, Juan Melé y Luis Tomasello, en su primer recorte, honra los cien años de vigencia de la abstracción, la más longeva de las vanguardias históricas.
La exhibición que ayer estrenó el museo se titula Intercambio Global, por la coexistencia de artistas de todas las latitudes que indagan en la geometría y el cinetismo. Entre ellos se destacan los italianos Toni Costa y Alberto Biasi, el norteamericano Kenneth Noland, la inglesa Sarah Morris y la española Rosa Brun, quien viajó desde Madrid para estar ayer en la inauguración. Sumiko Sakai, la viuda del recordado artista geométrico Kazuya Sakai, también hizo lo propio y viajó desde Dallas.
"Éste es un museo con un noble corazón", lo describió el galerista Fernando Entín, sensibilizado por las palabras de Rubino, al presentar su obra. Fue en el último piso del edificio de nueve plantas, conectado a una terraza con vista a la avenida San Juan, que próximamente albergará la confitería del museo. "Hicimos hasta lo inhumano para que este museo se lograra -dijo Rubino-. La vida no es para pasar de largo. Y trascender a través de la revalorización de la cultura, tendiendo puentes para la inclusión social, la apreciación y el regocijo estético, es acompañar la evolución del hombre en una faz que considero primordial: la espiritual y social."
Fiel al espíritu de San Telmo, y al barrio de Abasto, donde Rubino se crió, inmediatamente después los acordes en bandoneón de una ex discípula de Pugliese sonaron con "Tinta roja", "Malena" y "Sur". Para sorpresa de muchos, el propio Rubino entonó esos tangos, acompañado luego por Alejandro Corres y Daniel Chaín. Los invitados celebraron ese guiño hacia lo porteño, que facilitó el Ministerio de Cultura de la ciudad, cuyo titular no pudo asistir por encontrarse de viaje en Brasil.
Eran cerca de las 13, cuando las puertas del Macba se abrieron para el público en general. Más de 600 personas lo recorrieron, comenzando por la planta baja, donde se exhibe la gran estrella de la colección: los magníficos contrastes de blancos sobre negro de Avall, de Vasarely, secundado por los lienzos de Melé y Luis Tomasello.
El primer piso está reservado para las obras históricas de Carmelo Arden Quin, Raúl Lozza y el colorido mural de Alejandro Puente, Sistema , de 1967. Mientras que las obras de mayor tamaño y fabuloso colorido, como los lienzos de Gachi Hasper, Fabián Burgos y Marta Minujín, conviven con otras creaciones de artistas brasileños y norteamericanos en el segundo subsuelo.
El Macba queda en Av. San Juan 328 y puede visitarse de miércoles a lunes (los martes permanecerá cerrado), de 11 a 19. Esta semana la entrada es libre.


Del editor:
por qué es importante. Como antes lo hicieron Costantini, Fortabat y Faena, en tiempos de incertidumbre alguien apuesta por el arte.


Fuente: lanacion.com

CONTRA RELOJ,
UNA FARAÓNICA OBRA INTENTA SALVAR A VENECIA

Proyecto
La legendaria ciudad se hunde a una velocidad mucho mayor que la pensada;
un consorcio de 30 empresas pone a punto un sistema de diques para frenar las mareas.


VENECIA.- Hormigoneras que trabajan a todo ritmo y contra reloj, chatas que van y vienen con material, camiones, andamios, centenares de obreros en acción -entre ellos, buzos expertos en construcción submarina-, grúas, ruido de motores. El mar, la laguna y, a lo lejos, inconfundible, el campanario de la espectacular Basílica de San Marcos.
Hay que ponerse casco y chaleco fosforescente para visitar una de las islas artificiales levantadas al norte del Lido de Venecia, donde avanza a paso redoblado la construcción del Mose, la faraónica obra de ingeniería que salvará a Venecia de su hundimiento. ¿Cómo? A través de un sistema de barreras móviles que bloquearán el temible ingreso de agua en la famosa laguna.
Si bien para los miles de turistas que visitan la ciudad de las góndolas suele ser pintoresco en otoño o invierno recorrerla por pasarelas, el fenómeno del acqua alta, provocado por las mareas, amenaza a Venecia y a su invalorable patrimonio cultural. De hecho, estudios divulgados a principio de año señalan que la ciudad se hunde a una velocidad cinco veces mayor que la prevista.
"Respecto de principios del siglo XX, las ciudades de la laguna se han hundido 23 centímetros por el aumento del nivel de las aguas. Hoy más que nunca el territorio de la laguna está expuesto al riesgo de un evento catastrófico como el que hubo el 4 de noviembre de 1966, cuando una marea de 194 centímetros arrasó completamente Venecia, Chioggia y los centros urbanos del litoral y de las islas", dijo Elena Zambardi, del Consorzio Venezia Nuova, el grupo formado por 30 empresas italianas que ultima esta obra de ingeniería, única en el mundo, a la que pudo visitar LA NACION.
 
"Por eso y sin contar que las cosas empeorarán por el efecto invernadero, desde entonces se estudia un sistema para salvar a Venecia, que ha sido individuado en el Mose", agregó Zambardi.
El Mose -término que significa modulo sperimentale elettromeccanico, pero con el cual también se quiso jugar con la figura bíblica de Moisés- prevé cerrar la laguna de Venecia a través de cuatro barreras colocadas en los cuatro puntos clave, por los cuales las aguas del mar Adriático ingresan a la laguna.
Formadas por 78 compuertas o diques móviles, las barreras funcionarán cuando el acqua alta supere el nivel límite de 110 centímetros sobre el nivel del mar, bloqueando el ingreso de agua en la entrada de los puertos de Chioggia, de Malamocco y del Lido. Entonces, las 78 compuertas móviles o diques, ubicadas fuera de la vista, en el fondo del mar y en cajones de cemento armado, se elevarán a través de un mecanismo de agua y aire, cerrando la laguna, pero sin impedir el paso de naves o cruceros, que tendrán canales de navegación especiales.
 
"Aunque parece complicado, el funcionamiento es muy simple. Cuando no se usan, las compuertas, llenas de agua, se quedan en el fondo, invisibles, sin modificar el intercambio de las aguas del mar y las de la laguna. En caso de peligro, a través de aire comprimido, se vacía el agua y se las levanta hasta hacerlas emerger, bloqueando la marea que ingresa a la laguna", dijo el ingeniero Giulio de Polli, director de la barrera del Lido Norte, que tendrá 21 compuertas.

Defensa costera

"Además de que vamos a salvar a Venecia, patrimonio de la humanidad, esto es una obra que jamás se hizo desde el punto de vista de la ingeniería. Si bien el concepto de defensa costera existe en todo el mundo, la novedad aquí es el contexto, una zona de 550 kilómetros cuadrados, y la complejidad", dijo Polli sin ocultar su orgullo.
La primera piedra del Mose fue colocada en 2003. Si bien se previó que la obra concluyera en 2013, el proyecto se demoró porque, debido a la crisis, el Estado financió con cuentagotas los 6300 millones de dólares del costo total.
Zambardi destacó que ya se aquietaron las polémicas desatadas al comienzo, cuando grupos ambientalistas denunciaron que la obra provocaría daños irreversibles en el equilibrio de la laguna. "Al contrario, se dieron cuenta de que, gracias a la obra y al margen de la construcción de las barreras móviles, se hicieron trabajos que reforzaron todo el litoral, que sufría una seria erosión", indicó.
En este sentido, si bien el objetivo del Mose es salvar a Venecia de la marea, también se piensa utilizar el sistema para mejorar el recambio del agua entre la laguna y el mar Adriático a través de la apertura y el cierre de las compuertas.
Bajo riesgo no sólo debido al acqua alta sino también, como se quejan los venecianos, por el masivo éxodo registrado en las últimas décadas (en el centro histórico residían 174.000 personas en 1951, contra 65.595 en 2001), también se espera que el Mose revitalice la ciudad, creando un nuevo polo científico que atraiga a jóvenes estudiantes de todo el mundo.
Fuente: lanacion.com

ABRE EL MACBA, UN MUSEO DE ARTE CONTEMPORÁNEO PARA BUENOS AIRES

Es del financista Aldo Rubino, poseedor de una colección de 120 obras con eje en la geometría y la abstracción.


“FISICROMÍA N° 321-B”. Es un tríptico hecho con perfiles de plástico, cartón, acrílico y madera. Mide 60,5 x 364 cm. Del famoso artista venezolano Carlos Cruz Diez. Colección MACBA.

Por Ana María Battistozzi Especial para Clarín

El edificio de la fachada vidriada que durante el último año y medio creció a la velocidad del rayo en un baldío de la calle San Juan junto al MAMBA, hoy tiene siete pisos. Cuatro de ellos –mil quinientos metros cuadrados– serán dedicados a exhibiciones de arte contemporáneo a partir de hoy, cuando el nuevo Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (MACBA) abra sus puertas.
Sofisticados sistemas de iluminación, control de temperatura y humedad y dispositivos museológicos de última generación son algunas de las previsiones de infraestructura contempladas por el proyecto que concibió el Estudio Vila para mostrar allí la colección particular que armó Aldo Rubino durante los últimos veinte años. Varias plantas de corte neto, paredes blancas de cemento y piso de madera, vinculadas por unas rampas, le dan al edificio un perfil afín al contenido que alojará.
Por tercera vez en once años un coleccionista privado argentino toma la decisión de abrir un museo para dar a conocer su patrimonio. ¿Cambio de mentalidad? ¿Giro de época? Primero fue Eduardo Costantini, luego Amalia Lacroze de Fortabat y ahora Rubino. A diferencia de Fortabat, cuya fortuna se fundó en la industria del cemento, Costantini y Rubino la hicieron en el mundo de las finanzas.
¿Quién es Rubino? Un porteño de cincuenta y un años que se crió en el Abasto y a pesar de vivir en Miami, dice amar el barrio de San Telmo donde instaló su museo. Trabajó en Techint, fue gerente financiero de Química Hoechst y desde hace seis años es director de inversiones de Wells Fargo.
La primera obra que compró en los años 80 fue una pintura de Eduardo Medici. Luego se interesó por la abstracción geométrica, que terminó por definir el perfil de su colección. Fue asesorado por críticos, curadores y especialistas de Sotheby´s y Christie´s. Integrada por obra de Polesello, Le Parc, Francisco Sobrino, Ary Brizzy, Raúl Lozza, Martha Botto, Iommi, Kosice, Alejandro Puente, Arden Quin, Aizenberg, Kuitca, Siquier, Inés Sigety, entre muchos artistas argentinos inscriptos en esa tendencia, la colección incluye una obra de Víctor Vasarely, que es una de las favoritas de Rubino, y otra de Carlos Cruz Diez. 

Súper contemporáneo. El frente del museo, dominado por el vidrio. El MACBA ya está listo y abre hoy. /lucia merle.
Cuenta también con destacados artistas brasileños posconcretos, como Lothar Charoux, João José Costa da Silva y el contemporáneo Marcos Coelho Benjamim. Uno de sus mayores orgullos es el conjunto de artistas californianos representantes de la geometría abstracta de bordes netos o hard edge. Entre ellos, Lorser Feitelson, Frederick Hammersley y Karl Benjamin, y también las obras del grupo alemán Zero. 
Como cabía esperar, el MACBA abre con un despliegue de su propia colección. El ordenamiento curatorial en esta ocasión estuvo a cargo de Joe Houston, curador de la colección Hallmark de Kansas, Estados Unidos. En esta primera selección, que llamó sugestivamente Global Exchange (Intercambio Global), buscó poner el acento en el carácter internacional de la colección con una selección de cincuenta obras –de un total de 120– agrupadas en cuatro temas. Algunas obras trabajan sobre la estructura formal geométrica, otras sobre el color, otras sobre la forma y otras ilustran lo que se llamó nuevos trayectos. Ante la ausencia de Houston, quien explica los detalles es María José Herrera, la nueva directora artística que se incorporó al equipo profesional del museo, integrado también por la curadora Constanza Cerullo.
Herrera es la curadora de la muestra de arte cinético que exhibe actualmente el Museo Nacional de Bellas Artes, pasó casi treinta años en esa institución y ha sido convocada ahora al MACBA para la instrumentación de aspectos técnicos en todo sentido: artístico, criterios de conservación, de exhibición, investigación y educación.
“La colección es de arte geométrico, una especialización que tiene mucho que ver con la tradición argentina y por otro lado ha colaborado con importantes aportes a la abstracción geométrica en el mundo. En este contexto es natural que haya un museo dedicado a la abstracción geométrica en Buenos Aires”, justifica Herrera.
El programa para 2013 ya está delineado. Habrá tres exposiciones, dos de producción propia: una dedicada a Manuel Espinosa y otra a María Martorell, dos artistas a los que, según Herrera, se les debe una buena exhibición. Se pondrá énfasis en sus etapas internacionales. La otra vendrá de Italia y será sobre la experiencia milanesa de Arte Programmata, de los años 60, algo que por estar vinculado al cinetismo Herrera conoce bien.

Una tracción para la economía

Cualquier ciudad suma un plus con un nuevo museo: recuperan los agujeros negros del fin de la era industrial.
“Avall”. Oleo sobre tela del húngaro Víctor Vasarely. Colección MACBA.

Por Ana María Battistozzi

Nunca como en los últimos veinte años se vio proliferar museos. Públicos o privados, sus edificios casi siempre deslumbrantes, se han convertido en las nuevas catedrales del mundo posmoderno.
Hacia ellos peregrina la gente cumpliendo un ritual que marca la agenda del turismo y el ocio.
Los museos se han convertido en un factor de tracción de la economía, recuperando los agujeros negros que dejó el fin de la era industrial.
El ejemplo paradigmático es el Guggenheim Bilbao pero los hay a montones. Cualquier ciudad se apunta un plus con la apertura de un museo. Pero no todo es rosa en este horizonte de época.
Hace mucho que Buenos Aires zarandea la idea de un “polo cultural del sur” pero uno de sus campos magnéticos, que se sitúa justamente donde ahora se instala el nuevo MACBA, pegado al MAMBA, por distintas razones no acaba de despegar.
El CCEBA, que habría de transformar el conflictivo ex Padelai, empieza a ser un proyecto frustrado entre las ocupaciones y la crisis española que plantea otras prioridades.
En tanto el MAMBA, más allá de contar con un edificio recién remodelado, padece problemas crónicos de presupuesto que le impiden la visibilidad que se merece.
Este es un asunto clave en este auge de los museos. ¡Si lo sabrán ahora en España e Italia, donde el espectacular MAXXI de Roma diseñado por la iraní Zaha Hadid e inaugurado con pompa como el museo del siglo XXI, está a punto de cerrar! Se necesitan fondos para hacerlos funcionar.
Rubino asegura que ha hecho las previsiones para que el MACBA se sostenga a largo plazo a través de la fundación que lleva su nombre. Su escala acotada permite suponer que así será.

Fuente: clarin.com