EL PIONERO DE LA MODERNIDAD CRIOLLA

Tres dimensiones.

Alejo Martínez encabezó el movimiento de la Arquitectura Moderna, que perseguía el objetivo de una sociedad mejor.

San Telmo. Una casa taller que Martínez hizo en 1937 para los artistas Forner y Bigatti.
San Telmo. Una casa taller que Martínez hizo en 1937 para los artistas Forner y Bigatti.

Berto González Montaner*

En un rincón de la Plaza Dorrego, en Bethlem 443 (San Telmo), hay una casa blanca, de líneas puras y de grandes ventanales. Es la casa taller de los artistas plásticos Raquel Forner y Alfredo Bigatti. Sin duda, esta casa que por su arquitectura responde al llamado Movimiento Moderno, contrasta dignamente con sus vecinas. Lo llamativo es que es tan vieja como ellas, ya que su autor, el arquitecto Alejo Martínez la construyó en el año 1937. Para ponerla en dimensión y caer en cuenta de su vanguardismo hay que recordar que por esa misma fecha se estaba construyendo la inconclusa facultad neogótica de Ingeniería sobre la Av. Las Heras y Alejandro Bustillo estaba empezando el neoclásico Banco de la Nación sobre la Plaza de Mayo. Lo complejo de esta casa taller es que tenía que responder a las necesidades de trabajo y de vivienda de esta pareja formada por una pintora y un escultor. Martínez lo resolvió proyectando dos talleres superpuestos conectados por una doble altura que se manifiesta en el gran ventanal vertical que se ve desde la calle.
Pero esta no fue la primera casa rupturista que hizo Martínez. Para esa fecha, ya había hecho casi una decena de casas en Concordia, provincia de Entre Ríos, y algunas otras en Buenos Aires. Hay que destacar que la primera, la Casa Péndola Díaz en Concordia, es el primer proyecto de Arquitectura Moderna que se construyó en el país. Es por esta razón que semanas atrás, el Concejo Deliberante de esa ciudad organizó una movida que culminó en una ordenanza que la declara Ciudad Vanguardista del Modernismo.
Alejo Martínez nació en Montevideo, Uruguay. Estudió en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, donde por aquella época se enseñaba arquitectura. Se recibió en 1922 a los 23 años y como era costumbre se fue a Europa en viaje de estudio. Fueron sus compañeros de aventura nada más y nada menos que Alberto Prebisch, quien años más tarde hiciera el Obelisco y el Cine-teatro Gran Rex; Ernesto Vautier, autor del paisajismo de lo que queda de la Avenida General Paz y, junto a Luis Olezza, del Palacio de los Gansos, en Las Heras y Ugarteche.
Lo cierto es que cuando volvió a la Argentina, sus primeras oportunidades laborales las tuvo en Concordia, contratado por profesionales, políticos y otros importantes miembros de la vida social. No se sabe mucho de él. Sí, que tuvo una participación muy activa en la facultad donde fue presidente del Centro de Estudiantes y en la Sociedad Central de Arquitectos y en su revista, entidad que ya en ese entonces agrupaba a los profesionales. Su primera casa, la casa Péndola Díaz en Concordia, la concluyó en 1925. Luego le siguieron otras, la mayoría concentradas en un entorno de no más de 10 cuadras.
En esas viviendas, Martínez reemplaza el típico modelo de la casa chorizo con patios por el de casas compactas. Y a través de volúmenes desfasados, quiebres y terrazas, logra que todos los ambientes tengan contacto con el exterior, reduciendo perímetro de el costoso muro exterior. Carlos Giménez y Angel Navarro asocian los postulados de Alejo Martínez al manifiesto "Ornamento y delito" del austríaco Adolf Loos. Y en el libro "Alejo Martínez, la experiencia moderna en la Argentina" describen esta manera de hacer arquitectura de la siguiente manera: "los exteriores están tratados con un lenguaje sumamente abstracto, con muy pocos detalles de ornamentación aplicada, enfatizando así el valor plástico de los planos y de los volúmenes netos...".
La segunda etapa de su obra ya la realiza en Buenos Aires entre los años 1932 y 1939, consolidando sus ideas racionalistas en otras casas, edificios en altura para alquiler como el de Rivadavia 5805 (1932), una serie de estudios para viviendas económicas y donde sobresale la mencionada casa-taller en Plaza Dorrego. En lo que podría definirse como su tercera etapa, por años cuarenta, se sumó a la tendencia de hacer una arquitectura de proyección más localista y vernácula, más afín al gusto de la nueva clase media ascendente. Como señalan Giménez y Navarro, "esta clase media mostró preferencias por las formas figurativas del pintoresquismo en oposición a los rígidos modelos académicos tanto como a las formas abstractas e incomprensibles que le proponía la arquitectura de vanguardia".
La gran amenaza que siempre tuvo esta Arquitectura Moderna es ser considerada como un estilo más. Y de hecho muchos la usaron como tal. La vieron solo como una cuestión cosmética. Muros blancos, volúmenes y líneas puras, formas apaisadas, cero decoración... Postulados que además presentaban el beneficio de hacer que las obras fueran más fáciles y rápidas de construir y más económicas. Pero en realidad los objetivos de esta arquitectura eran otros: sus mentores tenían la ilusión y luchaban por construir con esta arquitectura una sociedad mejor. Pero para muchos no es una cuestión del pasado. Como dijo el arquitecto Alvaro Arrese en una entrevista reciente en ARQ, el Movimiento Moderno sigue más vivo que nunca y aún hoy nos seguimos nutriendo de él. Por eso, aunque llegue tarde, bien merecido el reconocimiento a Alejo Martínez, el pionero de la Arquitectura Moderna rioplatense.

* Editor general ARQ

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