EL ARTE COMO INVERSIÓN:
SE PAGARON US$ 1.400 MILLONES EN TRES NOCHES

Además del récord de Picasso, con 179 millones, otros cuados costaron fortunas.
No es sólo amor al arte en las subastas de Christie's en Nueva York.




Esta semana el mundo del arte estuvo agitado. Muy agitado. El lunes, en la sede que Christie’s tiene en Nueva York, se pagó el precio más alto por una pieza de arte en la historia de las subastas: fue Las mujeres de Argel, una pintura que Pablo Picasso creó en 1955 y por la que un comprador todavía anónimo pagó –atención– 179 millones de dólares. Esa misma noche, en esa misma convocatoria que reunía obras del siglo XX, se vendió la escultura más cara de la historia de las subastas: El hombre que apunta, del artista suizo Alberto Giacometti, sedujo a un comprador por 141 millones de dólares. Esos precios desorbitantes, que fueron a las tapas de los diarios de todo el mundo, se sumaron a las ventas de otros cientos de obras de arte y entonces hubo un último récord: por primera vez, una casa de remates –Christie’s en este caso– vendió obras por más de mil millones de dólares en una semana.
Es que además de la pintura de Picasso, inspirada en una obra del mismo título que Eugène Delacroix pintó en el siglo XIX y en la que el artista malagueño creía ver a su última esposa, y de la escultura de bronce creada por Giacometti, se pagaron varios millones por obras de otros artistas: Mona Lisa coloreada, de Andy Warhol, se vendió en 56 millones de dólares, y lo mismo se pagó por una obra de Lucien Freud; Número 10, de Mark Rothko, se vendió en casi 82 millones de dólares, y un Van Gogh alcanzó los 66 millones de dólares.
Esta semana, Christie’s exhibió unas 1.100 obras y ofreció subastas el lunes, el martes y el miércoles. Pasaron por allí alrededor de 15.000 personas: muchos curiosos, algún magnate dedicado al negocio de los casinos, un joyero exclusivo de Londres, una miembro del clan Trump, el ex presidente de Walt Disney Company, y cientos de oferentes que pujaron por teléfono desde todo el mundo para que la venta alcanzara entonces los 1400 millones de dólares y otra vez el (mercado del) arte saliera en los diarios.
Para dimensionar la cifra: el salario promedio en Estados Unidos es de 50.000 dólares anuales, entonces 28 mil personas deberían destinar el ingreso total de un año de trabajo para comprar obras de arte por mil millones de dólares.
Resulta fácil imaginar que este consumo lujoso está reservado a patrimonios abultados. Según publicó el New York Times, en promedio, ningún inversor destina más del 1 por ciento de su riqueza a comprar una obra de arte: quien haya comprado Las mujeres de Argel, siguiendo este razonamiento, tiene acumulados por lo menos 17.900 millones de dólares. Según la lista de millonarios que publica la revista Forbes, sólo 50 personas en el mundo –sólo 50 de 7.000 millones de habitantes– cuentan con esa fortuna.
En los últimos años, las piezas de arte asociadas a las grandes firmas –especialmente del siglo XIX y aún más del XX– multiplicaron su precio: el Picasso que rompió todos los récords el lunes se había vendido en 32 millones de dólares en 1997. En casi veinte años sextuplicó su valor. Otro dato: en aquel momento, también siguiendo la lista de millonarios de Forbes, una docena de personas tenían el 1 por ciento de su fortuna disponible para invertir en una obra de arte. Hoy, el precio se sextuplicó y la cantidad de ricos que pueden pagar se multiplicó por cuatro. No sólo el arte gana: hay más ricos y pueden pagar más, es decir, son más ricos aún.
Esos ricos cada vez más ricos se disputan piezas irreproducibles: es fijo el número de obras de Picasso, de Van Gogh y de Warhol. Ya no habrá más. La disputa empuja el precio para arriba y vienen los récords. Porque además, pagar muchos millones por una obra de arte cotiza como nunca en términos de status y, sobre todo, se convierte en una reserva de valor.
En abril de este año, el presidente de BlackRock, el gestor de activos más grande del mundo, aseguró que los inmuebles en Londres y Nueva York y las obras de arte superaron al oro entre las preferencias de los inversores.
Claro que –lo saben todos los jugadores– toda inversión tiene su riesgo: habrá que ver si los precios del arte siguen subiendo o si revienta la burbuja.


Fuente: Revista Ñ Clarín

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