EL DÍA QUE LE CORBUSIER
PROPUSO DEMOLER EL CENTRO PORTEÑO


Miguel Jurado*

Hacen exactamente 85 años, Le Corbusier visitaba por primera y única vez Buenos Aires. El padre de la arquitectura moderna llegaba en octubre de 1929 para dar un ciclo de 10 conferencias y, en la última, ofreció su “solución para los problemas de Buenos Aires”: 12 megatorres en el río con aeropuerto y todo un barrio de monoblocks en lo que hoy es el Microcentro porteño.
Le Corbusier ya era conocido por sus propuestas revolucionarias en Europa, y medio que lo invitaron para alborotar un poco el avispero. Sin embargo, los que entendían de vanguardias urbanas y arquitectónicas eran pocos y ya tenían sus ideas. Le Corbusier no resultaba tan atractivo. En ese entonces, el tipo no era el prócer de la arquitectura que es hoy. Para colmo, su primera conferencia fue en ICANA, después de dos disertaciones del estadounidense Waldo Frank, un escritor que hoy nadie recuerda pero que entonces era un re capo.
Al día siguiente de esa presentación, para cuando Le Corbusier se ponía a hablar en francés por primera vez en Buenos Aires, el yankee estaba dando la continuación de su disertación sobre Chaplin en otro lado y se chupó toda la atención de la prensa. Síntesis: los diarios de la época publicaron unos recuadritos sobre el suizo y transcribieron la conferencia del yankee a doble página.
Pero ojo, Corbu no era ningún gil y no le importaba tanto la popularidad como hacer “contactos”. Para eso, se rodeó de la crème de la crème porteña. No de la sociedad patricia y conservadora, más bien de la patricia modernizada: intelectuales y millonarios con nombre y cultura avant garde .
Así es como conoció a Victoria Ocampo –quien le histeriqueaba con la idea de hacerse una casa–, a Ricardo Güirales, al chileno Matías Errázuriz –quien le encargó una casa– y Julián Martínez –quien casi le encarga una casa–. Pero el suizo tenía planes más ambiciosos: quería hacer una ciudad y Buenos Aires lo tentaba mucho.
La Reina del Plata fue la primera escala de un viaje que incluyó Montevideo, San Pablo y Río de Janeiro. En cada puerto dejó un proyecto urbano revolucionario. “Alguno va a picar”, habrá pensado. Lo cierto es que Le Corbusier venía de varios fracasos y lo que realmente le atraía era hacer Brasilia, un proyecto que se le escabulló por poco. Igual, entre nosotros: se le escapó la tortuga ¿Vos te imaginás que los brazucas le podrían dar su capital a un extranjero?
Cuando Le Corbusier empezó con sus conferencias y vio que la cosa no andaba, decidió jugarse con una propuesta para Buenos Aires. Adaptó sus proyectos europeos y rompió con todo. Después usó el mismo método para el resto de su periplo.
Su idea fue bastante polémica: una ciudad administrativa de megatorres en medio del río con un aeropuerto flotante. Esta isla se conectaba a tierra mediante un puente que continuaba la dirección de Avenida Rivadavia. En el esquema del suizo, la Casa Rosada, Plaza de Mayo, Avenida de Mayo y el Congreso aparecían “tapados”. Además, su idea abogaba por reemplazar todo el Microcentro por un zig zag de viviendas rodeadas de parques.
En su momento, la propuesta fue bastante polémica y se le opuso medio país. Ojo, ¡estamos hablando de 1929, eh! No había Segunda Guerra Mundial y acá no existía la arquitectura moderna, ni siquiera edificios de departamentos lisitos y sencillos.
Todo era estilo y lo que pregonaba Le Corbusier era poco menos que una “grasada”. El maestro vio a medio construir la Facultad de Ingeniería en Las Heras (todavía está a medio hacer). Lo aterrorizo que se hiciera en estilo gótico y dijo que se llevaba una foto para su “colección de cosas absurdas”.
El tipo era medio irónico, a mi me parece que acá no lo entendieron del todo. Por ejemplo, un periodista le preguntó si le gustaba la música y dijo que sí. “Me encantan las marchas militares turcas, se escuchan los tambores desde lejos”, tiró. Si eso no es una cargada no se qué es. Bueno, lo de demoler el Centro, muchos se lo tomaron al pie de la letra.

* Editor adjunto de ARQ

Fuente: ARQ Clarín

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