DALÍ:
UN MORBO Y UNA EXCENTRICIDAD QUE NUNCA PASARON DE MODA.

Durante 2013, en España y Francia varias muestras de obras del artista batieron todos los récords de visitas.

Excéntrico y narcisista. Dalí hizo de su imagen parte de su arte. /SYGMA







Por Bárbara Álvarez Plá

“Si muero”, solía afirmar Salvador Dalí, “no moriré del todo”. Y algo de razón tenía. Hoy, cuando se cumplen 25 años de la muerte del artista español (Figueras, Cataluña 1904-1989), considerado uno de los máximos representantes del surrealismo, sus obras aún hacen que los museos batan todos los récords en lo que al número de visitas se refiere: el año pasado, su retrospectiva en el Centre Pompidou de París atrajo a casi 800.000 personas. La misma muestra, con otra organización y bajo el título Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas, viajó al madrileño Museo Centro de Arte Reina Sofía, que contó con más de 700 mil visitantes en cuatro meses: nunca en su historia tanta gente había visto una exposición. Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, trató de explicarlo: “las pinturas de Dalí rebosan morbo, y el morbo vende ”.
En efecto, sus impactantes imágenes oníricas, sus relojes derretidos, las calaveras y las constantes referencias al sexo culpable, siempre presentes en su obra, siguen atrayendo a multitudes. Buenos Aires no se queda atrás: la muestra Dali y Goya: capricho surrealista, que durante noviembre se pudo ver en el Museo de Arte Español Enrique Larreta, convocó a más de 15.000 visitantes. Y no es sólo por la novedad: la Fundación Gala-Dalí, que atesora la mayor parte de su obra, es el museo privado más visitado de España, con 1,6 millones de visitas durante 2013.
El controvertido artista nació en un pueblo del noroeste español y creció mimado y consentido por unos padres que habían perdido a un hermano que no conoció y que llevaba su mismo nombre. Dicen los que lo conocían que su personalidad se podía definir haciendo uso de tres adjetivos: excéntrico, megalómano y narcisista. En su autobiografía Vida secreta, es él mismo quien señala: “Cuando tenía seis años quería ser cocinero y a los siete, Napoleón. Desde entonces mi ambición ha ido aumentando sin parar”. Eso sí, sería necesario agregar que supo conjugar esas “cualidades” con su inagotable creatividad. Esa que le llevó a forjar ese estilo tan personal y reconocible.
De naturaleza rebelde, el autor de La persistencia de la memoria (1931), uno de sus cuadros más famosos, fue expulsado de la Real Academia de Bellas Artes de Madrid poco antes de los exámenes finales por asegurar que “nadie estaba capacitado” para examinarlo. Pero su paso por la capital española, donde se acercó al cubismo y al dadaísmo y donde entablaría amistad con el poeta Federico García Lorca y el cineasta Luis Buñuel, con el que después trabajaría en la escenografía de Un perro andaluz, lo marcaron de por vida. Como lo haría también su estancia en París, donde vivió hasta 1940 y donde conoció a André Breton, a Picasso y a Gala, que sería su mujer y su musa hasta la muerte de ella, en 1982.
El movimiento surrealista estaba en pleno apogeo y él, lo hizo suyo: “¡No pueden echarme porque el surrealismo soy yo!”, dijo el artista cuando Breton lo expulsó del movimiento, cuyos integrantes, en su mayoría, se adscribían a ideas políticas de izquierda. ¿El motivo?: Dalí se negó a condenar el avance de Hitler sobre Europa. Más tarde, en plena posguerra española, felicitaría al dictador Francisco Franco diciendo: “Gracias por limpiar España de fuerzas destructivas”.
A lo largo de su carrera, porque de arte se trata, Dalí produjo más de 1.500 pinturas, además de ilustraciones para libros, litografías, escenografías, vestuario, esculturas, dibujos y fotografías. Y manejó como un experto el marketing de su imagen y de su obra.
Como escribiera George Orwell en un ensayo dedicado al artista: “Dalí era un excelente dibujante y un irritante ser humano. Lo uno no invalida lo otro”.

 

Dalí, popular gracias a los medios



El 23 de enero de 1989 la televisión informaba la muerte del creador de los relojes blandos. Dalí dejaba de ser inmortal pero su popularidad no decayó. Publicó en la prensa, fue asiduo de la televisión, probó con el cine, encandiló en la publicidad y disfrutó con las performances.




Por JOSEP PLAYÀ

 

En esos tiempos en que se hacen encuestas de todo, sería interesante que se hiciese una por distintos países para indicar el primer recuerdo de Salvador Dalí que viene a la cabeza. En Francia se acordarían de aquel anuncio televisivo de 1968 con un primer plano del pintor diciendo: Je suis fou du chocolat Lanvin ("Estoy loco por el chocolate Lanvin"), mientras devoraba una tableta de cacao (en YouTube tiene cerca de un millón de reproducciones). En Estados Unidos, recordarían sus bigotes erectos o los relojes blandos del cuadro La persistencia de la memoria que se halla en el MoMA de Nueva York. En España, la escena del ojo rasgado por una navaja de Un chien andalou, rodado con Buñuel. En otros países, se acordarían del Cristo de San Juan de la Cruz... Son meras especulaciones que reflejan la popularidad de Dalí y de sus elementos iconográficos cuando se cumplen 25 años de su muerte, acaecida en Figueres el 23 de enero de 1989.
Con tal motivo las televisiones preparan programas especiales, donde conviven los documentales sobre los aspectos más polémicos de su vida (falsificaciones, escándalos, testamento, provocaciones...) con el repaso a sus colaboraciones con el cine y la televisión.
De Dalí conocemos su faceta como pintor y, aunque menos, su obra escrita. Pero lo que le da esa enorme popularidad es su relación privilegiada y pionera con la cultura de masas. Es la que explica, por ejemplo, que el año pasado sus exposiciones en el Pompidou de París y en el Reina Sofía de Madrid se convirtiesen en récords de asistencia con 700.000 visitantes cada una. Dalí dio sus primeros pasos en la prensa con unos artículos en la revista Studium de su instituto de Figueres con sólo 15 años. Más tarde publicó poesías, ensayos, tiras cómicas e incluso predicciones. También diseñó portadas, ilustró artículos suyos o de otros, redactó su propio periódico (Dali News) y diseñó diversos anuncios. Colaboró con Elsa Schiaparelli en el mundo de la moda, hizo publicidad para perfumes, camisas, joyas, coches. Se hicieron famosos sus anuncios para los chocolates Lanvin, el agua Perrier, el cognac Osborne y el digestivo Alka Seltzer. Para este último grabó en 1974 un spot en el que se abalanzaba sobre la modelo Nati Abascal para señalar el efecto antiácido sobre su cuerpo. "Sí, es cierto, amo la publicidad, por mil y una razones, todas respetables, pero es un hecho innegable que la publicidad me ama con una pasión aún más violenta que la mía propia", dijo.
Dalí llegó a Estados Unidos en 1934 y editó un folleto titulado New York salutes me. Tan sólo tres años después ya se había ganado la portada de Time. En ese gran país entendió que para triunfar tenía que estar permanentemente en los medios de comunicación. Se acercó a Hollywood y en 1937 prepara un guión para Harpo Marx, aunque el filme nunca se hizo. Se relacionó con Greta Garbo, Shirley Temple o Mae West y llegó a colaborar con tres directores de renombre, Luis Buñuel, Alfred Hitchcock y Walt Disney, en proyectos con muy distinta suerte.
En la pequeña pantalla se sintió más cómodo, capaz de controlar mejor sus acciones y performances. En 1950 arrasó en 'What's my line?', un concurso con unos participantes que iban vendados y tenían que adivinar quién era el famoso que tenían enfrente con preguntas que se podían responder con sí o un no. El juego consiste en ir acotando al personaje, descartando las áreas a las que no pertenece. El problema es que Dalí respondía siempre afirmativamente cuando le preguntaban si era artista, escritor, actor, o si aparecía en televisión, si era noticia... El conductor intervenía tratando de encasillar al personaje en un perfil, tarea imposible tratándose de Dalí. En España su presencia en el No-Do fue constante y entre las piezas memorables de TVE se incluye la entrevista de Joaquín Soler Serrano en A fondo. Oportunamente situó a la entrada de su Teatre-Museu de Figueres un Obelisco de la televisión, del artista Wolf Vostell.

 

Dalí sigue fascinando 25 años después de su muerte

Egocéntrico, excéntrico, rebelde y gran provocador, Salvador Dalí fue un artista complejo, polémico e incluso irritante que entró en mayúsculas en la historia universal del arte. Veinticinco años después de su muerte, que se cumplen el jueves 23 de enero, el pintor español sigue fascinando al mundo. Lo demuestran las cifras que arrojan las exposiciones con su nombre, que generan larguísimas filas ávidas de mundo daliniano


Al Pompidou de París, su retrospectiva atrajo a casi 800.000 visitantes entre noviembre de 2012 y marzo de 2013. Esa misma muestra con montaje diferente rompió todos los récords del Museo Reina Sofía, en Madrid: algo más de 730.000 visitantes entre finales de abril y principios de septiembre de 2013. La exposición del año.
Un año en el que la Fundación Gala-Salvador Dalí siguió siendo el museo privado con más visitantes de España, con cerca 1,6 millones. Atesora la mayor antología del pintor, unas 300 obras, y justo ahora acaba de comprar un nuevo cuadro, "Carreta fantasma", un óleo sobre madera de 1933 que asegura que es una de las dos obras más importantes que ha adquirido en los últimos años.
"Una de las mejores obras de Dalí probablemente sea su propia biografía, su propio personaje". Son palabras del director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, que considera que el DALÍ arista "ha estado oculto en parte por su desbordante personaje". "Yo soy el surrealismo", proclamaba él mismo, narcisista, sobre su trascendencia histórica.
La fascinación por Dalí es tal que no hubo un solo día de la exposición en el Reina Sofía en el que no se formaran colas junto al céntrico edificio, unas filas que crecieron incluso exponencialmente en las últimas semanas de una muestra que repasó todas las facetas de la obra de un artista que intentó y consiguió con gran éxito no pasar jamás inadvertido.
Tenía 84 años y formaba ya parte de la historia universal cuando la mañana del 23 de enero de 1989 murió en el hospital de Figueras, en el noreste de España, tras varios días de agonía. Una insuficiencia cardíaca aguda se le había agravado con una pulmonía que, a su vez, le provocó una inflamación pulmonar. 
Su legado se mantiene desde entonces en España en la Fundación Gala-Salvador Dalí, que él mismo impulsó y a la que pertenecen la Casa-Museo en Portlligat; el Teatro-Museo de Figueras, donde está enterrado, y el Castillo Gala Dalí, en Púbol, donde se encerró tras la muerte de su musa y compañera, en 1982.
Nació el 11 de mayo de 1904 en Figueras y nunca fue un niño normal. "Cuando tenía seis años quería ser cocinero y a los siete, Napoleón. Desde entonces mi ambición ha ido aumentando sin parar", escribió en el prólogo de "Vida secreta".  Mimado y consentido por unos padres que habían perdido antes a un hermano que no conoció y que llevaba su mismo nombre, llegó a la pintura por casualidad, en la finca de una familia amiga durante una convalecencia. Comenzó a pintar sin técnica óleos y acuarelas que sorprendieron a quienes los vieron.
Su rebeldía lo expulsó de todos los centros de enseñanza en los que se matriculó, entre ellos la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. Pero su estancia en la capital marcó su vida. Allí experimentó con el cubismo y el dadaísmo y conoció en la Residencia de Estudiantes a Luis Buñuel y Federico García Lorca. Su primera exposición individual de pintura fue en 1925 en Barcelona e hizo que dos grandes, Pablo Ruiz Picasso y Joan Miró, se fijasen en él. Un año después, conoció a Picasso en París. "El arte somos Picasso y yo", manifestó.
De pelo largo y patillas, vestido con abrigo, medias y pantalones bombachos, la imagen estrambótica de DALÍ es mundialmente conocida. "Sabía venderse mejor a sí mismo que a su obra. Fue un icono de la cultura de masas", según Javier Pérez Andújar, uno de sus biógrafos. Tras su paso por París, donde entró en el círculo surrealista, y ya casado con Gala, con quien estuvo hasta su muerte pese a infidelidades por ambas partes y a estrambóticas manías de ambos, se estableció en Estados Unidos, impulsado a dejar Francia en 1940 por el avance de las tropas alemanas. Regresó a España ocho años después.
Anticomunista radical, algunos lo acusaron de derechismo y de coqueteos con el franquismo. Hay quien lo considera un oportunista que consiguió así que el dictador Francisco Franco le dejara trabajar en paz. Otra sombra que rodea su figura es su atracción desmesurada por el dinero. De hecho, sus últimos años estuvieron más marcados por la comercialización de su obra que por la novedad de la misma. Los objetos dalinianos se convirtieron en un negocio mundial. Y también las falsificaciones. A él no solo no le importaban, sino que en la imitación de su obra veía una prueba más de su grandeza.

Fuente: DPA / Sara Barderas.

Fuente: Revista Ñ Clarin.com

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