UN OASIS HECHO DE ARTE, PLANTAS RARAS, DISEÑO,
LIBROS, ROPA Y MESAS DE BAR

Un vieja galería comercial se convirtió en un lugar de alta concentración artística

En medio de la ciudad de Buenos Aires existen lugares secretos,: sirven para refugiarse del ruido. Funcionan a manera de ansiados oasis. Es el caso del Patio del Liceo (Santa Fe 2729), anteriormente un Liceo de Señoritas –en 1904–, luego una especie de pequeño shopping –en los 90; más tarde abandonado y tomado; y desde 2009 devenido un centro de pequeñísimas galerías de arte y proyectos de diseño alternativo y refinado.
Quizás usted oyó nombrar, por ahí, a alguno de estos espacios: Fulgor, Fiebre, Hache, La Calor, La Ene, Silustra –“Se ilustra”–, Mite, Pasto, la disquería Mercurio, el vivero Paraná –una especie de sofisticado vivero que hace de las plantas pequeñas obras de arte–, Avalancha –la novísima galería del brasileño Rogerio Lacerda–, la librería Purr, Kuku –originales y graciosos artículos del hogar-, Moebius –la única galería del país que vende originales de ilustradores y dibujantes de comics–, y hasta una santería vanguardista donde enseñan tarot, hacen “cafecitos cósmicos” y “la psicomagiquean”, como dicen ellos. Todos estos lugares tienen denominadores comunes: están dirigidos por artistas, diseñadores y galeristas muy jóvenes; ninguno de los espacios supera los 10 metros cuadrados (son simples localcitos de una galería comercial cualquiera, aunque ahora muy aggiornados y con estéticas diferentes bien contemporáneas); y todos se nuclean alrededor de la que es la gran atracción: un gran patio central con mesas y bancos de madera, donde también hay hermosas y verdes plantas. Allí es posible sentarse a tomar el fresquito de la noche, escuchar música en vivo que sale de alguna de las galerías, encontrarse con artistas –dan talleres de serigrafía, de ilustración, fotografía, a toda hora–, y también, por qué no, hasta comprar alguna obra –tienen precios accesibles- y tomarse una cervecita. Pero ¡atención! Estos trabajos no son tradicionales: aquí hay desde pinturas hechas con esmalte de auto chorreante hasta dibujos de un centímetro y esculturas de perros de pana rellenas de algodón, tamaño extra-small (de bolsillo).
“Ahora la totalidad de los espacios está ocupada”, explica Martín Ramón, dueño de la magnífica Moebius. “En total son unos 55 localcitos. En algunos de ellos quedaron antiguos inquilinos de los 90, como por ejemplo, la japonesa que tiene una tintorería, los muchachos de la tapicería, o los que tienen un bar-café en el último piso”, explica.
Hay una curiosidad: sigue estando allí –y cocinando para los artistas jóvenes– Antonio Varela, plomero y parcial ideólogo del proyecto “arty” del Patio del Liceo. Varela llegó a la galería a arreglar unos caños rotos en la década del 90, cuando estaba alicaída y llena de tapiceros. Por 1997 el espacio se encontraba abandonado, no tenía luz, ni agua ni nada. Pero él se quedó. De a poco fue recibiendo allí a artistas jóvenes. Junto al joven abogado Hernán Taraman -piedra fundamental de la orientación cultural del proyecto- lo fue transformando en una especie de raro centro cultural.
Pinturas que parecen otra cosa, joyas hechas con elementos de modistas, ropa estilo vintage con mucha lentejuela; vasos y platos de vidrio sellado; un mural de Los Ramones en el baño, y mucho personaje “arty” debatiendo sobre fotografía, moda y diseño, rodeados de helechos: los viernes y sábados, la cosa se arma. Es como zambullirse en una pileta mental.

Fuente: Revista Ñ Clarín

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