EL CONCURSO PARA DIRECTOR DEL BELLAS ARTES
SE QUEDÓ EN EL RELATO

Tampoco se sabe cuándo inauguran las salas del primer piso, que fueron reformadas y tienen las obras colgadas.

Para nadie. Entre los espacios que no se inauguran hay una sala dedicada a Antonio Berni./ MARCELO GENLOTE

Por Patricia Kolesnicov


Imagínense una película: el tipo está sentado en su despacho, en la institución que dirige hace más de cinco años. En la puerta suena un toc-toc y aparecen dos de sus superiores. Tres palabras y su tiempo ha terminado; ese no es más su despacho. Uno de sus superiores ocupa su silla. Así fue el cambio de autoridades en el Museo Nacional de Bellas Artes, en abril. El director saliente era Guillermo Alonso; los que llamaron a su puerta eran la subsecretaria de Gestión Cultural de la Nación, Marcela Cardillo, y Alberto Petrina, director nacional de Patrimonio y Museos. La que se sentó en la silla fue Cardillo que, sin dejar su puesto en los papeles, “bajó”, en la práctica, a directora de museo.
Por esos días, la Secretaría de Cultura anunció la apertura del concurso para elegir nuevo director y hasta daba los nombres de los jurados. Pero las bases nunca estuvieron y el concurso nunca abrió: el principal Museo del país está, cómo decirlo, intervenido. ¿Hasta cuándo? En forma oficial, el Museo responde: “No sabemos”. Además del Gran Bonete, debería saberlo la Secretaría de Cultura. Pero la Secretaría de Cultura no contesta. Tal vez porque no sabe, no contesta. O porque no decide.
Cabe recordar que los directores del Museo de Bellas Artes empezaron a ser concursados en 2007, durante la gestión en Cultura de José Nun, gobierno de Néstor Kirchner. La idea era apartar el rumbo del Museo de los avatares políticos. El primer ganador por concurso fue Alonso.
El mandato había vencido en diciembre; por eso se debió haber llamado a concurso unos meses antes, tener un ganador con tiempo y hacer un traspaso civilizado, quién te dice un par de meses de cogestión para que el que se iba ayudara al que llegaba. Impensable. Toc toc en la puerta y afuera.
Claro que un director concursado tiene estabilidad en el cargo y, por lo tanto, independencia. Para armar muestras, decidir cuándo abren y con quién habla. Esta cronista se cansó de pedir, por medios formales e informales, una entrevista con la nueva directora del Museo. El pedido nunca fue contestado. Los que saben lo que pasa explican el por qué, en los términos a los que nos fuimos acostumbrando: “Si le da una entrevista a Clarín le meten una patada en el culo”.
Marcela Cardillo es una abogada recibida en la Universidad de Belgrano que en 2005 empezó a trabajar como asesora del entonces diputado –y hoy Secretario de Cultura– Jorge Coscia. De su mano, entró a la Secretaría de Cultura en 2009, en el área de Legal y Técnica primero y unos meses después como Subsecretaria. Aunque su gestión lleva la marca de origen –toc-toc–, quienes trabajan en Bellas Artes o desde otras instituciones interactúan con el Museo, hablan bien de su gestión. Cardillo puede ser una buena directora a dedo, pero está puesta a dedo. Y no es lo mismo.
Un director concursado, independiente puede decidir, también, cuándo inaugurar obras. Durante la gestión de Alonso, y con un importante aporte económico del Estado, se remodeló el primer piso del Museo. Una reforma que es edilicia pero también de contenidos: se pondrían allí las obras del Siglo XX, sin separar las internacionales de las argentinas, es decir, incorporando el arte argentino al relato del arte de ese siglo. En noviembre, diciembre, cuando se venía el fin del mandato de Alonso, ya el mundillo murmuraba: “No lo van a dejar inaugurar el primer piso”. Y no lo dejaron. La reforma está hecha, las obras están colgadas para que las vea Nadie, y el corte de cinta espera que se levante algún pulgar en alguna oficina que no está en el Museo. Quizás el dedo se destrabe hacia octubre. Por ahora, la excusa es que faltan unos equipos de aire acondicionado. Y, sí, con el manoseo institucional del museo, deben estar pasando mucho calor.

Fuente: clarin.com


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