UNA MUESTRA ACENTÚA EL POTENCIAL DEL GRABADO

Se trata de los trabajos seleccionados para la tercera edición del Premio Arte Joven de la Fundación Williams. Pueden verse hasta el 13 de enero en el Centro Cultural Borges.
Por Julia Villaro - Especial para Clarín


Paradójico el destino del grabado, de las manifestaciones artísticas más populares y, a la vez, desconocidas por la mayoría. En 2012, la Fundación Williams dedicó a esta técnica milenaria la III edición de su Premio Arte Joven, y tanto la selección de obras como la exhibición curada por Rodrigo Alonso resultan una gran ocasión para quien quiera conocer el grabado y sus camaleónicas potencialidades.
Pero la paradoja comienza antes y se remonta a la esencia de su procedimiento: cuando visitamos una muestra como la del Premio Williams en el Centro Cultural Borges , las obras que vemos no son el grabado en sí. En su versión más acotada, éste consiste en una plancha de madera o metal sobre la cual se obtiene una imagen, a partir de incisiones que el artista realiza con herramientas filosas o cortantes como gubias y buriles. La plancha, denominada taco o matriz, que no conocerá las luces de una exposición y vivirá en el anonimato del taller, es el mismísimo grabado. Lo que llegue hasta nosotros serán las estampas, obtenidas entintando la matriz y ejerciendo presión sobre una hoja. Así, el taco es único pero las estampas pueden ser múltiples. Esta fue la condición que dio al arte impreso un papel fundamental en la historia de la circulación de las imágenes -en estampitas, libros, mazos de cartas, etiquetas de frascos, diarios-, y también lo alejó del divismo de la pintura o la escultura.
El premio resulta un muestrario de la vasta cantidad de posibilidades que la técnica alberga y de la convivencia armoniosa entre ellas. Hubo en la edición lugar para procedimientos tradicionales como las xilografías (grabado en madera) de Yael Bobbio y Abigail Bilsky; el aguatinta (grabado en metal) de Francisco D’Antonio; y también para las exploraciones asociadas con la tecnología y la manipulación digital de la imagen, como la electrografía de Lorena Virgone y el fotograbado de Carolina Diéguez.
Ganadora. Sol Massera obtuvo 20 mil pesos por su grabado./ MARTÍN BONETTO
Ganadora. Sol Massera obtuvo 20 mil pesos por su grabado./ MARTÍN BONETTO
La serigrafía, que resulta de hacer pasar la tinta por una malla o red tensada con un bastidor enmascarando las zonas que quieren dejarse en blanco, gana adeptos y alcanza interesantes dimensiones de exploración en las obras de Mariela Argarañaz y Luciana Astuto. La combinación de distintos procedimientos demuestra que el grabado se encuentra en un terreno de exploración y expansión .
El primer premio fue para Reconfiguraciones de Sol Massera, una obra mesurada, de blanco ascético, basada en la reiteración y en la búsqueda de la diferencia a través de las combinaciones de papel que ofrecen las 30 cajas que la integran. El proceso utilizado por la artista es el gofrado, que consiste en estampar sólo el relieve en el papel sin utilizar tinta. La ausencia, en la obra premiada, del elemento más emblemático de la estampa -la tinta- podría ser una más de las paradojas que habitan al grabado, pero resulta coherente desde esta perspectiva, incluso necesaria.
Las obras de esta muestra parecen indicar que le ha llegado a la técnica su hora de crecer y emanciparse , y acaso uno de los caminos posibles sea el de Massera: silenciar por una vez la tinta y hacer hablar al papel en su silencio.


Fuente: Revista Ñ Clarín

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