LA EVOLUCIÓN DE MATISSE HACIA EL EXTASIS

"Matisse: En busca de la verdadera pintura", que se exhibe hasta el 17 de marzo en en el Metropolitan Museum of Art en Nueva York, la muestra presenta la larga carrera de este maestro francés con apenas cuarenta y nueve pinturas, pero casi todas son obras maestras.

Por ROBERTA SMITH - The New York Times

El gran modernista francés Henri Matisse (1869-1954) no era muy sociable. A principios del siglo XX encabezó la breve ola de los fauvistas ­esas "bestias salvajes" de vivos colores­, pero por lo demás se abstuvo de participar en los movimientos que signaron el arte moderno.
Se identificó con artistas del pasado remoto o no tan remoto y tuvo una fluida relación con el cubismo. Pero su mayor deseo era, en sus palabras, "avanzar y profundizar en la verdadera pintura".
Su evolución, rigurosa pero libre, es el tema de "Matisse: En busca de la verdadera pintura", que puede apreciarse en el Metropolitan Museum of Art en Nueva York, una de las exposiciones más emocionantes e instructivas que puedan verse sobre el pintor. (Se extiende hasta el 17 de marzo.) Tan fascinante como sucinta, la muestra presenta la larga carrera de este maestro francés con apenas cuarenta y nueve pinturas, pero casi todas son obras maestras.
La muestra presenta bajo una nueva luz la propensión de Matisse a la copia y el trabajo en serie.
Las pinturas avanzan en pares o en grupos organizados por tema: dos naturalezas muertas con fruta y compota, de 1899; dos versiones de un joven marinero sentado de manera informal en una silla, de 1906; cuatro vistas (1900 a 1914) de Notre Dame.
La última galería ofrece cinco pinturas de fines de la década de 1940 que representan el estudio de Matisse en colores saturados, planos.
Divididos en ocho galerías, cada par o grupo forma su propio miniseminario. En su conjunto, muestran un Matisse que se desplazaba sin descanso entre extremos, que repiensa y revisita una y otra vez su camino a la grandeza con ideas drásticas sobre economía y acabado.
Debe prestarse atención a su costumbre de pintar colores oscuros sobre otros vivos a los efectos de crear un brillo sutil, así como a su frecuente insistencia en las telas negras como fuente de luz y textura.
Buscó una simplicidad moderna que creó una audaz intimidad entre artista, objeto y espectador.

Gran muestra en NY sobre la larga carrera del artista.
Gran muestra en NY sobre la larga carrera del artista.

Sostenía que trabajaba "en busca de lo que siento, hacia un tipo de éxtasis".
La práctica de Matisse de copiar procedía de su formación académica, cuya tradición comprendía copiar los viejos maestros en el Louvre.
Pero él dio al ejercicio un giro hacia el presente y copió trabajos más contemporáneos, además de experimentar con estilos diferentes, más postimpresionistas.
La primera galería comprende la naturaleza muerta en homenaje a Cézanne (1904) y otro trabajo que representa el mismo arreglo a la manera puntillista de Paul Signac (1904-1905).
Aun más interesantes son las dos naturalezas muertas de 1899 con compota y fruta.
Una está pintada con un estilo muy rico y constituye un amplio homenaje posimpresionista (Van Gogh, Gauguin, Cézanne, Vuillard). La otra es austera, casi esquelética: la fruta y los recipientes se caracterizan por ser siluetas planas de colores vivos.
Es posible pasar toda la visita en la segunda y tercera galerías de la muestra, dedicados a reflexionar sobre los marineros y los desnudos con pañuelos blancos.
Resulta casi indignante ver que la gran "Vista de Notre Dame" (1914) casi toda azul del Museum of Modern Art tiene una inesperada melliza del mismo año: una vista relativamente realista de la catedral.
En la década de 1930, Matisse empezó a sacar fotografías en blanco y negro de sus pinturas a medida que trabajaba en ellas.
En 1945 llegó a exponer seis pinturas, cada una rodeada de sus correspondientes fotografías, en la Galerie Maeght de París.
La séptima galería de la muestra del Met presenta tres de las pinturas de Maeght en medio de sus fotos de registro.
Establecen que el avance de Matisse era a menudo muy lento, pese a lo cual solucionaba las dificultades y llegaba a una imagen final que exhala frescura y fluidez. Es evidente que las pinturas de Matisse son casi siempre composiciones muy trabajadas, y es maravilloso ver el proceso a través de una crónica tan detallada. Su éxtasis se basaba en numerosas formas de transparencia. 

Fuente: Revista Ñ Clarín

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