UN ESTILO FRESCO, COMERCIAL E INCONFUNDIBLE


La primera gran retrospectiva de la obra de Roy Lichtenstein, ícono del Pop Art, desde su muerte en 1997, se presenta en la National Gallery of Art en Washington, DC.


Como un gimnasta campeón que perfecciona su rutina ganadora, Roy Lichtenstein desarrolló un estilo artístico diestro y firme, basado más en la agilidad que en la maña y, aunque en una gama reducida, fue capaz de variaciones y derivaciones sorprendentes.
No es arte grandioso, pero sí inteligente; es frío y seco pero accesible. Conocedores y no conocedores lo disfrutan por igual, y por algunas de las mismas razones. Y también incide el factor reconocimiento: muy alto. Quien tropezó alguna vez con su obra la reconocería en cualquier parte.
"Roy Lichtenstein: A Retrospective", una exposición itinerante en la National Gallery of Art en Washington, D.C., hasta el 13 de enero, es la primera retrospectiva importante de su obra desde su muerte, a los 73 años, en 1997. Es una muestra grande y tiene algunos puntos flojos, pero en líneas generales se recorre bien. No hay muchas etiquetas que obliguen a detenerse.
Más importante aún, las imágenes de Lichtenstein presentadas en grande, con sus dibujos de puntos Ben-Day, sus contornos gruesos en negro, y sus colores planos y brillantes, son casi ergonómicamente cómodas para el ojo.
Nacido en Nueva York, donde también creció, Lichtenstein se volcó al arte desde un principio. Después de prestar servicio durante tres años en el Ejército en la Segunda Guerra Mundial, obtuvo una licenciatura en Bellas Artes de la Universidad de Ohio. Como casi todos, empezó produciendo trabajos cargados de pintura. Hacia 1960 sintió, no obstante, que esa forma entorpecía su estilo. Encontró una opción: se puso a pintar historietas.
El primer ejemplo, "Look Mickey", de 1961, es lo primero que se ve: una imagen del pato Donald y el ratón Mickey adaptada de un libro para niños de Disney. 
Continuó avanzando en esta nueva dirección. Recortaba ilustraciones comunes de diarios, tiras cómicas y avisos; y las pintaba. En los cuadros, disponía las imágenes sobre planos de puntos Ben-Day para sugerir la apariencia de la impresión comercial barata, creando inicialmente los estampados con un cepillo de aseo para perros sumergido en pintura.
Lo que estaba haciendo era, por supuesto, Pop Art. No lo inventó, pero enseguida fue identificado como uno de sus exponentes categóricos, y su carrera despegó. En 1961, a través de un colega artista, conoció al marchand Leo Castelli, que aceptó representarlo y de inmediato lo sumó a una muestra grupal de otras estrellas en ascenso, como Jasper Johns, Robert Rauschenberg y Frank Stella. Andy Warhol se incorporaría pronto al equipo.
La primera muestra trabajando en series temáticas, realizando varias a la vez, individual de Lichtenstein con Castelli, en 1962, se agotó antes de la inauguración. Estaba claramente al comienzo de una carrera vertiginosa, aunque él la vivía en gran medida desde la perspectiva de su estudio, donde pasaba la mayor parte de su tiempo, refinando y ajustando los aspectos formales de su trabajo y ampliando criteriosamente su repertorio de temas. Empezó a sentirse cómodo A comienzos de los años 1960, pasó del color al blanco y negro.
También incursionó en un género romántico producido por DC Comics, del que adaptó una línea de imágenes en primer plano de mujeres jóvenes apesadumbradas.
"Drowning Girl" de 1963 es una de sus pinturas más famosas.
A esa altura también generó desaprobación. Su obra recibió críticas por ser superficial, nostálgica, poco crítica, conservadora.
Como respuesta, podría haber señalado otra de sus series derivadas de DC Comics, formada en este caso por cuadros tamaño cartel que mostraban batallas de aviones de combate, y relieves murales dentados en forma de bombas haciendo explosión. Colgados del piso al techo, conforman la instalación más dinámica de la muestra.
Y aunque tal vez no sean exactamente "arte político", tampoco se leen como bromas del Pop.
Lichtenstein era inflexible en cuanto a mantener el contenido personal al margen de su obra. Es indudable, empero, que en algún nivel, esta serie, aun no siendo una respuesta a la Guerra de Vietnam, refleja su propia experiencia de la Segunda Guerra Mundial y la amenaza de la catástrofe nuclear que obsesionó a Estados Unidos en los años posteriores a la guerra.
Hacia mediados de los sesenta, el Pop Art, después de su breve momento enfático, ya comenzaba a ser algo del pasado. Lichtenstein hizo ajustes en su obra. No podía hacer mucho con la forma. Lo que podía cambiar era el contenido y es lo que hizo, con variado éxito.
Desaparecieron las figuras de historieta; entraron las naturalezas muertas. Las naturalezas muertas son ingeniosas, aunque de poca envergadura. Las más elaboradas están dedicadas a Picasso, un héroe para Lichtenstein, y parecen pensadas como parodias afectuosas. La obra da escasos motivos para considerar una vieja visión de Lichtenstein, como un superficial muy dotado, poco idóneo.
Pero hay cosas más interesantes por delante, entre éstas las cuatro pinturas de 1974 tituladas colectivamente "Artist’s Studio".
Inspiradas en el "Estudio rojo" y el "Estudio rosa" de Matisse, son descripciones de habitaciones vacías de gente pero llenas de arte.
En este caso tramó un tributo a sí mismo. Matisse y Picasso están, pero lo que en realidad estamos viendo es una retrospectiva de Lichtenstein que empieza con "Look Mickey" y avanza desde ahí.
Probablemente, sólo un artista cuya obra es tan categóricamente desprovista de ego como la de Lichtenstein podía salir airosa con semejante homenaje a sí mismo, y lograr incluso que resulte incluso conmovedor, utilizando una tensión de vulnerabilidad y mordacidad en su obra que de otro modo resulta muy difícil ubicar. Está ahí, en seis bellas pinturas de espejos sin reflejo. Y esta ahí en las pinturas llamadas "Landscapes in the Chinese Style", la última serie que terminó antes de morir. Es un homenaje, también, a los grandes pintores de la naturaleza de la dinastía Song china (960-1279 dC). En uno de los cuadros extiende pintura blanca con pinceladas fuertes sobre la tela para evocar la niebla acumulada. En otro, va desvaneciendo lentamente el tono de su dibujo de puntos, como si el paisaje se disolviera en una bruma. Estas expresiones confieren brillo al final de la muestra.
Es imposible no compararlo con Andy Warhol, su compatriota Pop. Warhol no sólo cambió radicalmente el arte sino que cambió también a Estados Unidos. Lichtenstein cambió el arte, hasta cierto punto, pero nada más. De todos modos, su obra no se parece a la de ningún otro artista.
Lichtenstein está incrustado en la cultura.
Llamémoslo un clásico estadounidense y dejémoslo ahí.

Fuente: clarin.com

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