ERNESTO MALLO Y ALBERTO BALI,
UN ENCUENTRO LUMINOSO EN PARÍS

De paso por la ciudad, el escritor Ernesto Mallo visitó el taller parisino del artista rosarino Alberto Bali. Una cámara los acompañó y registró un diálogo cómplice entre amigos, plagado de referencias: del Martín Fierro a Courbet.

Por ALEJANDRO DE NUÑEZ

En una tarde lluviosa no muy lejos del Canal Saint-Martin, en el barrio once de París, se encuentra el taller de Alberto Bali. Radicado en Francia en 1976, hijo de padre indi y de madre italiana, Bali trabaja tanto la pintura, la escultura como el diseño gráfico y ha forjado a través de los años una amistad con Ernesto Mallo, escritor. El autor de Los hombres te han hecho mal, además del director del Ban! Buenos Aires negra, el festival de novela policial que en junio pasado tuvo su exitoso debut, con auspicio de la Revista Ñ, también ha escrito catálogos para muestras del rosarino, revela durante el encuentro.
En la amplitud de la sala iluminada, el artista espera la visita con su último cuadro, ya vendido: “Me va costar separarme de él”, dice rápidamente. Mallo comenta que “se puede percibir una singular combinación de todos esos orígenes y pertenencias” de su amigo. “Bali parece expresar diversas nostalgias con inquietante objetividad, como si hubiera un intento no deliberado de vencer el olvido”.
Pero antes de llegar a la tela Sala de espera, un curioso ballet toma forma frente a la mirada indagadora de Ernesto Mallo: “Ser escritor es más práctico, mover un texto no lleva tanto esfuerzo”, reflexiona frente a las pinturas que entran en movimiento de la mano del artista.
“Estas son mis mitologías”, explica Bali refiriéndose a una serie de cuadros a la vista. “Por supuesto, están Adán y Eva, Abel y Caín y otro por ahí que es Escila y Caribdis, cosas que saqué de la cabeza”, enumera, hasta que aparece Martín Fierro desnudo. “También tengo una pequeña sorpresa, un homenaje a Courbet: El origen del mundo...”, explica evocando las aventuras de la obra y a su último dueño, nada menos que Jacques Lacan, quien lo mantuvo siempre escondido detrás de una cortina. Desde 1995 el público puede admirar el famoso cuadro en el Museo d’Orsay que aloja la colección más grande de obras impresionistas del mundo.

Fuente: Revista Ñ Clarín

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