EL MONUMENTO AL GENERAL ALVEAR,
DOS CÓMPLICES PARA UNA OBRA MAESTRA: ANTOINE BOURDELLE Y RODOLFO ALCORTA

El monumento al general Alvear, de Antoine Bourdelle, es uno de los tesoros artísticos más importantes del país. Pero sin la astuta intervención del esteta Rodolfo Alcorta, admirador del gran artista, no se hubiera erigido. Las picardías del argentino y del francés lograron vencer las convenciones de una clase y de una época.


El Monumento al Brigadier General Don Carlos María de Alvear de Antoine Bourdelle












Entre la generación del 80 y fines de los años 20, se vivió en Buenos Aires esa Belle Époque que en Europa llegó a su fin con la guerra de 1914. Fabulosamente ricos -un campo podía llegar a las 40.000 hectáreas-, educados en francés o por institutrices inglesas en las grandes estancias (algún resabio de esa vida se muestra en la película Miss Mary de María Luisa Bemberg), conservadores por casta, diferencias culturales y convicción profunda, casi mesiánica, los dirigentes de aquella "Argentina opulenta" fueron mucho más que meros oligarcas del Gotha agropecuario rioplatense: soñaron y organizaron un país al que no pudo desnaturalizar el compartido advenimiento al poder de la middle class , de los Swann porteños a los que en el cabaret igualitario se obligó a vestir rigurosa etiqueta (aunque "el medio pelo" se vengó usando el inapropiado smoking, en lugar del frac , en las temporadas del Teatro Colón).

A aquella aristocracia inteligente amenazada por la ley Sáenz Peña, que atacaba sus fueros hasta entonces indiscutibles, perteneció Rodolfo Alcorta. Su padre, Amancio Alcorta, asesoró y acompañó al general Julio Argentino Roca en la firma del tratado de límites con Chile. Su mujer, de notoria belleza, Rosa Mansilla Ortiz de Rosas, emparentada con el Restaurador de las Leyes, era hermana de Lucio V. Mansilla, el general de Una excursión a los indios ranqueles. La hija mayor, Noemí, se casó con el conde Enrico Marone -dueño de la empresa Cinzano-, y a su muerte las hijas del matrimonio fueron criadas por la infanta Cristina de Borbón, segunda esposa del conde. La hija menor, la escritora Gloria Alcorta, se desposó con Alberto Girondo, estanciero de los campos de Junín, gran amigo de Ricardo Güiraldes y hermano del poeta Oliverio Girondo. 




Héctor Basaldúa, Escuela Argentina, 1895-1976, "Retrato del Dr. Rodolfo Alcorta", técnica mixta sobre papel. Colección Pedro L. Baliña, Buenos Aires. *


* Ver biografía del autor al final.

Rodolfo Alcorta dejó la medicina para dedicarse a la pintura (expuso en el Pabellón Argentino de la Exposición Internacional de París, de 1937, en la que Pablo Picasso exhibió por primera vez Guernica ). Sólo durante la guerra del 14, en París -donde la familia residió casi permanentemente- volvió a ejercer su profesión en el Hospital Americano que, con su mujer, había contribuido a fundar.Emile Antoine Bourdelle -el primer nombre fue definitivamente abandonado después de El centauro moribundo , en 1914-, que ya había retratado a la mujer de Alcorta en un pequeño yeso (hoy en el Museo Bourdelle), la tomó también de modelo para La enfermera , en 1917: "No se la compré porque le hizo una nariz muy fea, quizás para darle más carácter a la escultura", me contó Rodolfo Alcorta muchos años después.
El modo en que Alcorta influyó para que los representantes de aquella Argentina opulenta compraran en París buenas estatuas a Bourdelle, Charles Despiau o Léon Drivier, da pie a un anecdotario divertido y sintomático de una época. "Las Comisiones que iban a París a contratar monumentos estaban, por lo general, compuestas por burros acomodados en el gobierno. Bueno, no todos: algunos eran amigos míos. Podrían haber adquirido por centavos lo que hoy vale fortunas. Les gustaba el arte nuevo pero preferían adquirir lo más académico por temor a equivocarse. ¿Le cuento la petite histoire de cómo logré que Antoine Bourdelle hiciera su obra maestra?", me dijo Alcorta hace ya muchísimo tiempo.
En uno de nuestros paseos habíamos llegado hasta el monumento erigido en homenaje al general Carlos María de Alvear, el amigo de San Martín que puso fin a la dominación española en el Río de la Plata al concluir el sitio de Montevideo en 1814. Alvear también fue presidente de la Asamblea del año XIII, director supremo de las Provincias Unidas y héroe de Ituzaingó en la guerra contra el imperio del Brasil, como se recuerda en las caras del pedestal. Con real entusiasmo, Alcorta se preocupó por mostrarme detalles de las cuatro alegorías del conjunto, cada una de las cuales mide tres metros de alto ("La Victoria", "La Fuerza", "La Libertad" y "La Elocuencia").




   Otra vista del Monumento al Brigadier General Alvear.


"Todo comenzó en 1908 -continuó Alcorta-, cuando Joaquín V. González propuso en el Congreso erigir un monumento a Alvear. Era costumbre que se acuñaran medallas de conmemoración y, para que no se las encargaran a cualquiera, me fui a ver a (Manuel Augusto) Montes de Oca, que presidía la Comisión, y lo convencí de que contratara a Bourdelle. Ernesto Bosch quería que las medallas se hicieran en vermeil , insistía en que el dorado les daba más importancia. Finalmente, se las fundió en plata. Se mandaron a Buenos Aires y no sé qué fue de ellas."
En 1910, el Congreso votó la partida de dinero necesaria y se designó a la comisión encargada de contratar el monumento: Augusto Montes de Oca, presidente, Marcelo Torcuato de Alvear, nieto del prócer, Enrique Larreta, entonces ministro plenipotenciario en Francia, Tomás Le Breton (era embajador en París cuando estalló la Segunda Guerra Mundial), Ernesto de la Cárcova y Rodolfo 



El Brigadier General Don Carlos María de Alvear


"Todos ellos se lo pasaban a Partagás y coñac en casa de Larreta. Era una época en que la gente no andaba a los apuros. Pero yo rabiaba y Le Breton, que nunca iba a las reuniones ("con un gritón basta") me decía que nunca más me nombrarían en una comisión. El colmo fue cuando alguien propuso el disparate de echar tres nombres en un sombrero y elegir. Me faltó tiempo para proponer: "Rodin, Bourdelle, Despiau". Y uno que no nombro porque era una buena persona, me espetó: "¿Cómo va a estar Rodin, ese morfinómano?". Finalmente, resolvieron encargarle el monumento a Andrew O´Connors, un americano-irlandés que vivía en París: un académico, pero de los mejores. Yo estaba furioso (O´Connors era muy importante) y me vengué asutándolos: "Ustedes se encargan, pero no esperen que en París vigile el trabajo del yanqui ese". Un año después la comisión llegó a París para que aprobáramos o no la maquette (que me negué a ver antes) y cerrar el trato. La maqueta era muy buena, enorme, se veían hasta los botones del uniforme del general, pero decididamente, aunque rondara los varios talleres que Rodin tenía en la ciudad, O´Connors no comprendía la renovación escultórica que Rodin y Bourdelle proponían.

"Yo me paseaba de un lado a otro del taller sin decir palabra. O´Connors debió odiarme, Larreta me miraba de reojo, los demás titubeaban, y Marcelo de Alvear venía y me preguntaba: "Y vos, ¿qué opinás?". Y yo le retrucaba: "No digo nada porque no me parece nada". Ya en el restaurante Fouquets, que acaba de abrir, volví a la carga.



El monumento con las figuras de "La Victoria", "La Fuerza", "La Libertad" y "La Elocuencia".

Antoine Bourdelle en el taller que tanto frecuentó Rodolfo Alcorta
Foto: New York Times / 5 La Nación

"Hasta que Marcelo, que me adivinaba el juego, decidió: "Bueno, echemos una mirada al taller de Bourdelle, como quiere Rodolfo. Pero te advierto: sos responsable de lo que pase con mi pariente" (nunca hablaba de "su abuelo"). Yo, que jamás me callaba, repliqué: "Clarísimo. Si el monumento tiene éxito, ustedes se quedan con la gloria". Como ocurrió. Tímidamente, de la Cárcova recordó que la municipalidad de Buenos Aires no terminaba de entenderse con Bourdelle respecto de los planos y diseños para el monumento a Ramón Falcón -que finalmente dieron al turco Alberto Lagos-, un jefe de policía al que un anarquista hizo volar por el aire en 1909. Ese fue el primer encargo que le hice a Bourdelle y del que nació nuestra gran amistad.
"Me fui muy temprano al taller de Bourdelle para preparar el terreno. Ante un desnudo de mujer en arcilla, muy lindo pero con un derriére enorme, le aconsejé: "Afuera, esto no va". " Mais monsieur Alcorta, c´est une de mes meilleures choses!" " Meilleure o no, ¡fuera! Y esta otra también".  Bourdelle se agarraba la cabeza.
Era ridículo, sí; pero yo conocía a mis porteños. Puse a la vista todos los esbozos de animales que había hecho y un calco en yeso -era horrible- de no sé qué general. Abrevio: cuando llegó la comisión, yo les machacaba: "Este sí que sabe hacer animales. Y miren este general, qué nobleza". 


La cabeza de La Elocuencia. El concepto de elocuencia surgió en la antigua Grecia. En la mitología griega, Calíope, una de las nueve hijas de Zeus y Mnemósine, era la musa de la poesía épica y la elocuencia.

Alvear me llevó aparte y me dijo: "Está bien, los voy a decidir por Bourdelle (que le modeló una espléndida cabeza cuando era embajador en Francia, antes de ser elegido presidente), ¿pero qué hacemos con O´Connors? Hace un año que trabaja en el proyecto Montes de Oca, se va a enojar". Respondí: "Que reclame una indemnización a Buenos Aires". Marcelo sonrió porque él también conocía a los porteños. El pobre O´Connors nunca recibió un centavo."
Antoine Bourdelle terminó los moules para el monumento en 1918. Finalmente, el 15 de mayo de 1923, los mariscales Joffré y Franche d´ Espéray, y el ministro Bérard -con una alocución en nombre del presidente del Consejo, Raymond Poincaré- entregaron la obra al chargé d´ affaires argentino, Luis E. Bemberg, en presencia de Rodolfo Alcorta y Bourdelle. Días antes, jinete y caballo fueron exhibidos en el Salón de las Tullerías.
Exactamente doce años después de encargado, el 16 de octubre de 1926, se descubrió en Buenos Aires el para entonces ya famoso monumento. Todo el gobierno asistió a la inauguración, que tuvo un gran eco internacional.
La amistad de Rodolfo Alcorta con Antoine Bourdelle -nacida en ocasión del frustrado monumento a Ramón Falcón- duró toda la vida. Al morir Alcorta a los 92 años, dueño de una envidiable lucidez, la viuda del escultor -Cleopatra Sévastos- escribió a Gloria Alcorta una carta que sintetiza la relación fraternal y de mutua admiración que unió a los dos hombres: "Su padre fue para él un genio bienhechor que regalaba a quienes amaba todas las alegrías de la vida. Porque no hubo dicha más profunda para Bourdelle que la de crear. ¡Cómo se quisieron ambos y cómo se sostuvieron en las incertidumbres y las dudas!"
"Voilá une belle mort!" (¡Qué bella muerte!), como diría el conde León Tolstoi.


Por Hellén Ferro
Para La Nación - Buenos Aires, 2000

 




CLAVES DE UN CREADOR

• Nacimiento y niñez: Emile Antoine Bourdelle nació el 30 de octubre de 1861, en Montauban, en un modesto hogar de agricultores. A los diez años, les dijo a sus padres que quería ser artista. Pronto empezó a dibujar y modelar.
• Estudios: en Toulouse tuvo como maestro a Maurette; en París, al gran Falguiére, pero la influencia fundamental la recibió de Rodin.
• Trabajos principales: el Monumento a los Combatientes (Montauban), Beethoven, Penélope, La Virgen con el niño (Alsacia), Apolo, Isadora Duncan, Rodin.
•  En Buenos Aires: Monumento al General Alvear, El centauro moribundo, y Heracles Arquero.
• Temas: en sus obras, las alas son un motivo recurrente. A menudo, logra la impresión alada mediante efectos de viento en objetos como banderas, o en las ropas y el pelo de los              personajes.
• El juicio de la posteridad: muerto en 1929, hoy integra, junto con Rodin, el dúo de escultores más importante e innovador del siglo XX en Francia. 




Fuente: lanacion.com


HÉCTOR BASALDÚA *


Escuela Argentina, Pergamino, 1895 - Buenos Aires,1976.                                        
Pintor, grabador y escenógrafo argentino.
Nace en Pergamino, provincia de Buenos Aires, el 22 de septiembre de 1894.
En 1914 inicia estudios de dibujo en la Academia del italiano Augusto Bolognini, donde coincide con Horacio Butler y Aquiles Badi. Los tres jóvenes vuelven a encontrarse al año siguiente en la Academia Nacional de Bellas Artes de la calle Alsina, donde, entre otros, son compañeros de Bigatti, Spilimbergo, Domínguez Neira y Larrañaga.
En 1923, tras recibir el título de Profesor de Dibujo, un decreto del gobierno de la provincia de Buenos Aires le asigna una beca para perfeccionarse en Europa, con un subsidio de 227,27 pesos mensuales. El decreto alcanza también a Pablo Curatella Manes.
Basaldúa llega a París a mediados de ese año y se instala en un taller en el 7, rue Daguerre. Poco tiempo después se incorpora a los cursos de Charles Guérin en la Academia Moderna. En la capital francesa se rencuentra con Badi, Butler y Bigatti. Pocos años más tarde, se les suman Víctor Pissarro, Antonio Berni, Lino Enea Spilimbergo, Alberto Morera, Raquel Forner, Juan Del Prete y Pedro Domínguez Neira, con quienes conforma lo que se da en llamar el "grupo de París".  Realizó su primera exposición en París en 1923, donde expuso con varios artistas jóvenes argentinos.
Aunque cronológicamente pudieron haberle influido los movimientos vanguardistas de esa época, como el cubismo y el expresionismo, fue más afín a las influencias impresionistas. Sus pinturas estaban caracterizadas por un estilo próximo a esta corriente artística y por la representación de la naturaleza, paisajes, escenas callejeras y retratos de una forma desfigurada. Basaldúa trataba de expresar sus sentimientos a través de los colores vivos y la violencia en las formas. Estas características llevaron a muchos críticos a incluirle dentro de la escuela de los postimpresionistas.
Característicos de su estilo son cuadros como Calle (1914) y Aldeana con Mandolina (1927). Este último, pintado en París, fue su obra más famosa, y mostraba lo que podría ser una naturaleza muerta por su espacio plástico, aunque en realidad representaba un rostro, una mandolina y un jarrón como formas dominantes.  Aunque en sus paisajes aparecen temas europeos, como en las obras Petit Hotel y L´Astuzie fémenile, sus preferidos fueron las representaciones poéticas de la mitología bonaerense.
Durante su estancia en Francia –además de participar en los Salones Independiente, de Otoño y de las Tullerías– realiza, desde 1924, sucesivos envíos a los salones nacionales de Buenos Aires. El certamen de ese año es atentamente observado por el crítico Alfredo Chiabra Acosta –conocido por el seudónimo de Atalaya– lo que puede verificarse en la correspondencia que mantiene con el artista. Por su parte, la obra que presenta en 1925, merece elogiosos comentarios de su antiguo profesor en la Academia de Buenos Aires, el pintor y grabador Pío Collivadino.
Volvió a exponer en 1925, esta vez en el Salón de Otoño.
En 1926 se inscribe en los cursos de André Lhote, con quien estudia durante dos meses. En compañía de Butler, Badi y Pissarro pasa temporadas en Cagnes, al sur de Francia, lo que le permite practicar la pintura au plein air.
Ese año interviene, en París, en el Primer Salón Universitario de La Plata que, bajo el comisariado de Víctor Torrini, se realiza para exhibir el arte argentino en distintas ciudades europeas entre las que también se cuentan Madrid, Roma y Venecia.
En 1928 participa en el Salón de los Independientes de París, junto a Rodolfo Alcorta y Aquiles Badi.
En agosto integra con Spilimbergo, Del Prete, Butler, Badi y Berni el “Primer Salón de Pintura Moderna”, organizado en las salas de la Asociación Amigos del Arte de Buenos Aires. Atalaya se ocupa de su obra y destaca El beso, por la síntesis lograda en la fusión de las dos figuras. En esa ocasión expone también el importante retrato de Elianne de Courcelles (Museo Nacional de Bellas Artes) y una Naturaleza muerta (1926) donde la estructuración de las formas da claro testimonio de los principios cézanneanos transmitidos por Lhote. Esta obra es adquirida en 1930 por el Museo Municipal de Bellas Artes de Rosario.
En 1928 sus cuadros fueron colgados en la Exposición Independiente.
En 1929 participa en el Salón de las Naturalezas Muertas y las Figuras y vuelve a exponer en una Exposición Internacional, celebrada en Nueva York. Hacia fines de 1929 realiza un viaje a Venecia que queda reflejado en una serie de espontáneas vistas urbanas. En esa ocasión asiste a la ceremonia fúnebre de Serge Diaghilev, muerto repentinamente en esa ciudad. Su entierro en el cementerio de Murano es un acontecimiento que lo conmueve vivamente por su espectacularidad.
Permaneció en Francia hasta 1930, en que regresa a Buenos Aires, encontrando una ciudad que lo anima con el intenso impulso de su actividad cultural. Hace su primera muestra individual en la sala de Amigos del Arte, ilustra "Los consejos del Viejo Vizcacha".
En 1931, el Teatro Colón le encarga la escenografía para Las Bodas de Fígaro. Este trabajo anticipa su larga trayectoria como Director Escenógrafo de dicho coliseo, desarrollada entre 1932 y 1950, año en que es declarado cesante.
En 1932 ilustra "El Fausto" de Estanislao del Campo editado por los Amigos del Arte de Buenos Aires y es designado escenógrafo del Teatro Colón, el principal escenario de la ciudad de Buenos Aires.
Basaldúa realizó prácticamente todas las escenografías de las óperas y ballets que se representaron en dicho teatro entre 1932 y 1950.
En 1933 participó en la Exposición Internacional de Pittsburgh, EEUU.
En 1935 obtuvo la Medalla de Oro en la Exposición Internacional de Arte Decorativo de París. 
En 1937, tras regresar a París para participar en la Exposición Internacional, fue galardonado por la Comisión Nacional de Cultura con el Primer Premio de Escenografía. Expone sus bocetos escenográficos en Amigos del Arte. 
Obtiene además:
- El Gran Premio de Pintura,               
- Gran Premio de Escenografía en la Exposición Internacional de París, donde las
  gestiones de Rodolfo Alcorta y Curatella Manes favorecen su inclusión. 
- El Primer Premio de Pintura del Salón de Rosario, que vuelve a obtener en 1942. 
En 1938, una beca de la Comisión Nacional de Cultura le posibilita viajar nuevamente a Europa para perfeccionar sus conocimientos de técnicas escenográficas en Alemania, Francia e Italia. Por entonces queda fuertemente impresionado por las óperas representadas en el Festspielhaus de Bayreuth en el verano de 1939.
Durante su estancia en Europa, algunos de sus diseños fueron seleccionados por la Manufactura Nacional de Sèvres para decorar varias piezas de porcelana.
Aprovecha esa estadía para visitar a su amigo Aquiles Badi, instalado en Milán.    Se edita el libro "Escenografías de Héctor Basaldúa". 
En 1943 recibe el Primer Premio en el Salón Anual de Acuarelistas y Grabadores. 
En 1944 logra el Primer Premio en el Salón Provincial de La Plata.
En 1946 viajó a Estados Unidos invitado por el Departamento de Estado de dicho país, con el fin de que pudiera perfeccionar todavía más su técnica escenográfica. La Academia de Balanchine, en la ciudad de Nueva York, se le presenta como importante referente para su gestión en el Teatro Colón. Durante esta estadía una exposición de la obra de Lipchitz le permite conocer personalmente al escultor.

En 1947 expone en la Galería Müller, de Buenos Aires.
En 1949 recibe el Premio Palanza y entre los años 1953 y 1969, expone en forma regular en la Galería Bonino, de Buenos Aires y de Río de Janeiro.
En 1950 Basaldúa fue admitido en la Academia de Bellas Artes y nombrado miembro de la Dirección de la Protección de las Artes.
Expone en la Galería Viau, de Buenos Aires.

En 1955, expone en la Galería Van Riel de Buenos Aires.
En 1956 reasume la Dirección Escenográfica en el Teatro Colón, que ejercerá hasta 1959.
Es nombrado miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes.  Recibe el Gran Premio de Honor en el Salón Nacional de Artes Plásticas.
En 1957 recibe el Gran Premio Adquisición en la Bienal Americana del Museo Emilio Caraffa de Córdoba.
En 1958-9 es nombrado Director del Fondo Nacional de la Artes.
También en 1959, recibe el Premio ESSO.
En 1961 fue uno de los principales artistas vivos que participaron en la exposición 150 años de Arte Argentino.
En 1966, vuelve a viajar a Europa.
En 1967 se realiza una gran retrospectiva de su obra en la Galería Ross en Rosario.
En el terreno de la ilustración de libros, principalmente por medio de la litografía, hace el Fausto de Estanislao del Campo, La Niña del Ángel de Ignacio B. Anzoátegui, Canto a Buenos Aires de Manuel Mujica Láinez, Sonetos del Jardín de Silvina Ocampo, El encuentro de Jorge Luis Borges y Rosaura de Ricardo Güiraldes, son algunos de sus más destacados trabajos.
La obra de Héctor Basaldúa se inicia dentro de lo que se da en llamar el “retorno al orden”. De este modo, las influencias del poscubismo y del expresionismo, se amalgaman en sus obras tempranas donde, en retratos, desnudos, naturalezas muertas y composiciones, el artista revela las enseñanzas recibidas en los talleres de sus maestros Charles Guérin y André Lhote.
Con el tiempo se aproxima a una estética intimista en imágenes donde reitera temas del arrabal, los orilleros y las volantas de una ciudad que se resiste al cambio.Tampoco le son ajenos paisajes de la provincia de Buenos Aires vistos con nostálgica melancolía, ni temas vinculados con el mundo de lo onírico o de lo fantástico. Su obra, de esta suerte, se convierte en la revelación de un mundo interior materializada en lo que Guillermo Whitelow denomina “visión espectral”.
Sus obras figuran en los principales museos argentinos y del exterior, como el Museo de Arte Moderno y el Museo Brooklyn de Nueva York, entre otros.

Muere en Buenos Aires, el 21 de febrero de 1976.
                                                                                                                

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