REZA DEGHATI: EL FOTÓGRAFO DE LAS CAUSAS JUSTAS


Nació en Irán, donde sufrió cárcel y tortura por su labor como fotoperiodista. Exiliado en Francia, recorre el mundo con proyectos humanitarios que buscan cambiar el mundo.



Es la forma de relacionarme con los otros lo que me permite ser optimista. No me considero un fotógrafo de guerra. Más bien soy un fotógrafo de la paz. Tengo la ilusión de que mostrando la guerra voy a poder cambiar algo del modo en que la gente la percibe." Este pensamiento pertenece a uno de los hombres más destacados de una corriente de la fotografía de prensa que, a principios del siglo pasado, buscó trascender el restringido mundo de los medios gráficos, profundizando en temas sociales con la intención de provocar un cambio positivo en la realidad que describían. El hombre que pronuncia tamaña frase es el iraní Reza Deghati, cuyo comienzo como reportero estuvo signado por el abismo emocional que provoca el exilio. Nacido en 1952 en Tabriz, sufrió la cárcel y la tortura del régimen del Sha por su actividad como fotógrafo independiente. El exilio en Francia en su juventud y su destacada labor como corresponsal en zonas de conflicto para la revista National Geographic fueron el punto de partida de una actividad que se ha extendido por más de treinta años y que lo involucra no sólo como fotógrafo y cineasta: su trabajo humanitario ha superado los límites de la profesión hasta culminar en 2001 con la fundación de AINA, una organización no gubernamental para impulsar el desarrollo de la sociedad civil a través de la educación, la comunicación y la diseminación democrática de la información.
Este hombre -como sus contemporáneos Steve McCurry, Sebastiao Salgado o James Natchweiy- es ejemplo cabal de esa corriente que cree en la imagen como una fuerza transformadora: uno de esos fotoperiodistas que han logrado, aunque sea circunstancialmente, cambiar en algunos casos el rumbo de los acontecimientos.
Jugar al espejito. Niños afganos se divierten mientras imitan al fotógrafo, en una imagen de 1985. Reza Deghati pasó su vida
retratando las calles y la gente de los lugares más crudos donde, a través de su cámara, busca cambiar la realidad.
"En 1995, después del genocidio en Ruanda, quedaron más de 20.000 niños separados de sus padres en los campos de refugiados. Me pregunté si la fotografía tenía algún poder para cambiar esta situación. En conjunto con la Cruz Roja y Unicef iniciamos un trabajo de identificación de esos niños. Se llamó Retratos de los niños perdidos. Instalamos una gran cantidad de puestos para entrenar a los refugiados en la técnica básica del retrato y les dimos cámaras. Hicimos cinco copias de esas fotografías y montamos varias de muestras en puntos estratégicos de los campos. Allí, los padres podían identificar al menos por el parecido a algunos de sus niños perdidos. Luego, tenían que contestar un cuestionario de 25 preguntas para asegurarnos de que la conexión entre ellos estuviera fundamentada por otros datos. En cuatro meses, más de 3500 niños se reencontraron con sus familias", cuenta Reza a LNR, en una entrevista realizada en Buenos Aires, adonde el fotógrafo vino invitado por la filántropa Afshan Almassi y con el asesoramiento de la galerista argentina María Casado para explorar la posibilidad de traer alguna de sus iniciativas en el campo de la fotografía y la lucha humanitaria por primera vez a América del Sur.
El retrato más famoso. Ahmad Shah Massoud, líder de la rebelión afgana contra la invasión rusa en los años 80 y contra los talibanes en los 90, fue muy cercano a Reza.
Durante la charla, Reza, que en 1983 obtuvo un World Press Photo por su serie de fotos sobre la resistencia afgana a la invasión soviética, se refirió a la fotografía que este año obtuvo el gran premio en el concurso de fotoperiodismo más importante del mundo. Se trata del retrato de una mujer yemenita cuidando de un herido. En su evaluación, el jurado destacó el parecido de la composición de esa imagen con la Pietà de Michelángelo. Reza cree que existe esa similitud y que hay una transmisión de experiencias visuales a través del tiempo, pero difiere en ciertos criterios. "Creo que hay una memoria visual, común a toda la humanidad, que es transmitida de maestro en maestro -afirma el fotógrafo-. La primera pintura humana en las cavernas de Francia fue hace 40.000 años. Esos hombres transmitieron lo que hacían de generacion en generación. Somos los mismos que grababan las rocas. Nosotros también somos las mismas personas que esos artistas que pintaban frescos en las tumbas de los faraones, solamente que ahora la herramienta es la cámara. Aun así estamos influidos por esos antepasados. Pero no aumentamos la credibilidad de una imagen porque nos recuerda a la Pietà. Si yo hubiera sido jurado, la imagen ganadora habría sido la foto de la mujer golpeada por la policía egipcia en la plaza Tahir. Nunca habíamos visto esas imágenes, pero sí hemos visto mucho las fotos que nos recuerdan a la Pietà de Michelangelo."
-¿Por qué es tan optimista sobre el futuro de la humanidad?
-Me hace sentir optimista ver a un niño o a un animal. Estoy enamorado de la continuación de la vida, que es tan hermosa y fuerte en sí misma. Todos los grandes males que vemos (la guerra, las hambrunas, la corrupción) hay que tomarlas en el contexto de la historia. Estamos en el comienzo de la humanidad. Hace 200.000 años peléabamos y comíamos en la selva. Si comparamos esos períodos en los que hemos estado viviendo como animales con la vida de un humano, se darán cuenta de que la historia recién empieza. Para mí la humanidad es com o un niño de menos de 4 años. Y todos sabemos que un niño tan pequeño no sabe siquiera quién es, y que lo que hace tal vez no es lo que debería hacer. No sabe ni cómo limpiarse a sí mismo. ¿Cuánta gente murió en la Segunda Guerra Mundial que ni siquiera sabía lo que estaba ocurriendo? Ahora, en Siria, todo el mundo sabe lo que está pasando. En 1982, el padre de Bashar al-Assad [actual presidente de Siria] mató a 40.000 personas en una semana en una misma ciudad. Y el mundo se enteró cinco meses después.
En las últimas tres décadas, muchas de las fotografías de Reza fueron tapas de National Geographic y otras tantas se publicaron en los principales medios de comunicación del mundo. Es también autor de 25 libros, incluyendo Guerra y paz, el primero de la serie Maestros de la fotografía, de National Geographic.
Un mundo, una tribu, en 2006, fue la primera muestra en un espacio público exterior creada por el Museo de National Geographic; fue inagurada en Washington y su reedición en París atrajo a un millón de visitantes. En 2009 Reza inauguró Guerra y paz, una muestra itinerante que abarca 30 años de pasión por el fotoperiodismo.
Pero sus exposiciones no son para nada convencionales. "Mis exhibiciones son como una frase, un capítulo de una historia más grande. En cada ciudad que visito me gusta crear una nueva forma de mostrar mis fotografías y tengo un millón de imágenes en mi archivo. ¿Cómo las voy a mostrar? Voy a mi archivo y elijo de acuerdo con la historia que quiero contar y la ciudad donde voy a llevar ese material. La muestra, un taller de trabajo, la relación con fotoperiodistas locales, el intercambio con universidades y programas escolares... Una exposición itinerante por varias ciudades e instituciones. Tengo diez películas documentales no sólo hechas por mí, sino por personas que comulgan con el mismo concepto."
Su fotografía más famosa es el retrato de Ahmad Shah Massoud, líder de la rebelión afgana contra la invasión rusa en los años 80 y contra los talibanes en los 90, asesinado en 2001. "Mi relación con Massoud fue un tema de confianza -cuenta-. La primera vez que nos encontramos noté algo detrás de su apariencia. Hubo una conexión inmediata. Teníamos la misma edad, hablábamos las mismas lenguas. El era un ingeniero civil, yo soy arquitecto. Estábamos luchando por las mismas cosas, la libertad y la democracia en nuestros respectivos países. Y los dos jugábamos ajedrez. Empezamos a jugar juntos y compartimos 17 años esta amistad."
En 2001, Reza fundó AINA (que significa espejo en persa), una ONG dedicada a la educación y al fortalecimiento de las mujeres y niños afganos a través del desarrollo y la creación de medios de comunicación.
A girar. Un ritual tradicional en un monasterio en Turquía,
donde mevlevíes o derviches
giradores realizan su clásica danza.

"Como fotógrafo, cubriendo las guerras y los conflictos, me di cuenta de que hay dos tipos de destrucciones. Una que es visual, palpable y que puede ser captada por la cámara: los edificios colapsados por las bombas, los cuerpos destrozados. Podemos fotografiar toda esa destrucción material. Pero la segunda destrucción es mucho más importante y profunda: la destrucción invisible; la destrucción de las almas, el trauma de la guerra, la extinción de las relaciones humanas", explica Reza, y utiliza una imagen implacable para graficarlo: "Imagine que usted ha vivido por 30 años con su vecino y ha compartido todo, y luego viene la guerra y su vecino termina matando a su padre. Me di cuenta de que todo el trabajo humanitario de las Naciones Unidas está concentrado sobre la primera clase de destrucción. Si hay que reparar los edificios para los refugiados, si queremos ayuda en la educación, construimos escuelas. Si queremos ayudar en la salud, construimos hospitales. Pero todos sabemos que la educación, la sanidad, no son solamente edificios. Si queremos educar, hay que llenar esas escuelas con docentes, con materiales educativos. Hay que crear las condiciones para que los niños puedan ir a la escuela también. Nosotros quisimos inventar una nueva forma de ayuda humanitaria. Y esta idea tenía que surgir de la gente que había sufrido, y no de afuera".
A la sombra. Siluetas de afganos y fusiles, durante la invasión soviética. Esta imagen integró la serie premiada en 1983 con un Word Press Photo.
¿Quiénes eran los que habían sufrido y podían ayudar a reparar esa destrucción invisible? Para este hombre, la respuesta es muy clara. "Las mujeres, las mujeres son madres y no hacen la guerra. Tienen una realción diferente con el mundo. ¿Cuál es la mejor herramienta que les podemos dar a las mujeres para realizar esta reconstrucción? Un medio, los medios de comunicación, la cultura. Si construyo un centro de entrenamiento y traigo la mayor cantidad de mujeres (aunque también se incorporan un porcentaje menor de hombres; no hay que ser sectarios); si las ayudamos a ser periodistas, escritoras, cineastas, programadoras de radio y, por qué no, a crear su propia radio, revista o película, en una o dos generaciones veremos que ellas van a cambiar el paisaje."
Este retratista de causas justas tiene una visión muy particular sobre la educación de los niños. "En Afganistán la educación de las niñas es una pesadilla. «Si quieren ayudar en la educación no construyan escuelas», les dije a los responsables de la ayuda internacional. «¿Está usted loco?», me decían. Las escuelas son edificios, por lo que constituyen un blanco fácil para los talibanes. Si queremos traer educación, hay que crear estaciones de radio para que la escuela esté dentro de la casa. Incluso hay que entrenar a las mujeres en cómo instalar las antenas, cómo reparar las computadores. El único hombre en estas estaciones de radio es el chico que sirve el té."
En pantalla. Dos niños kurdos cruzan la calle cargando restos de un televisor (1993).
-¿Considera su trabajo humanitario más importante que su labor como fotógrafo?
-Diez meses al año estoy trabajando en el campo social y sólo dos como fotógrafo, pero puede pasar al revés también. No hay un solo día en el que no trabaje. Nunca quise ser una cosa o la otra. Los dos aspectos son parte de una misma misión.
-¿Qué futuro ve para el fotoperiodismo en la era de Internet?
-Internet no está matando al fotoperiodismo, está matando a la prensa impresa. Nunca el futuro del fotoperiodismo ha sido tan brillante como ahora. ¿Cuántas páginas son impresas en la Argentina todos los días? En este mundo en transición, los diarios, las revistas, van a desaparecer. Pero la fotografía va a permanecer, en miles y miles de páginas virtuales. La edad de oro del fotoperiodismo está por comenzar.
Pero las imágenes que perduran son las que llegan al corazón. Cómo blindarse ante la tragedia y la crueldad humana para poder construir es algo que Reza tiene muy claro: "He visto las peores cosas en la historia reciente de la humanidad. Leer mucha poesía me ha ayudado. La poesía persa es el pilar de mi cultura. Ese es mi alivio, y mi inspiración está en la gente de la calle, los niños, la gente común. Mi desafío es nunca comprometerme con una idea predeterminada de la historia. Y siempre mantengo mi independencia. Cuando una imagen llega a mi corazón, en ese momento soy consciente de que también puede llegar al corazón de otros".

Retratos de los niños perdidos

 
 
 
 
Así se llamó el proyecto que realizó junto con la Cruz Roja y Unicef luego del genocidio de Ruanda, en 1995, por el que 20.000 chicos quedaron separados de sus padres. A partir del trabajo fotográfico, más de 3500 se reencontraron con sus familias.

Fuente: Revista La Nación

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