BORGES Y KAFKA:
REUNIDOS POR UNA BIENAL EN LA ANTIGUA CIUDAD DE PRAGA




Lecturas, teatro, conferencias y una muestra de fotos para recordar a dos grandes.
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Recuerdos. La muestra de las fotos de los viajes de Kodama y Borges.
Por Patricia Kolesnicov
Praga Enviada especial

La buhardilla de este edificio gótico guarda un cuerpo, cuentan en la ciudad. Más o menos humano. El cuento empieza así. Corre el sigo XVI, es sábado, se adivina el frío y el rabino Loew –mucho después, en un poema, Borges traducirá “Judá León”– había cometido una imprudencia: para ir a oficiar el servicio, había dejado solo al Golem, ese muñecote al que, con las palabras justas, había dado vida. Solo, mirando con sus ojos “menos de hombre que de perro y harto menos de perro que de cosa” (así lo describe Borges), el Golem corre enloquecido. El rabino entiende que tiene que actuar. Va al encuentro de su criatura, quita de él la clave de la vida y lo arrastra hacia el ático. El edificio gótico (se construyó en 1270) es la Vieja-Nueva Sinagoga de Praga. Ayer empezó aquí la III Bienal Borges-Kafka.
Castillos, palacios, torres con puntas de aguja iluminadas por la noche, un puente con esculturas donde brilla el dorado: la antigua Praga tiene perfil de cuento de hadas. Por estas calles cruzaba Franz Kafka, mucho antes de ser el autor de La metamorfosis , antes de adivinar, en El proceso , esa forma del mal que sería la burocracia en el siglo XX. Pasaba peleando con la mujer que lo llevaba a la escuela. O a ver teatro idish. O a escribir en la revista sionista Selbstwehr (Autodefensa). La ciudad donde Kafka vivía estaba cambiando y esa modernización se había llevado el barrio judío. Kafka lo resiente: “La vieja y malsana –poco higiénica– Judería que asoma en nuestro interior es mucho más real que la ciudad nueva e higiénica que nos rodea”, escribe.
En este espíritu se desarrolla la bienal, que organizan las ciudades de Buenos Aires y Praga, junto con la Fundación Jorge Luis Borges y la Sociedad Franz Kafka. Sigue hasta el 26 y consiste en una serie de lecturas y conferencias, música y la obra Pánico, de Rafael Spregelburd. Este año se decidió, además, dedicarla a otros dos escritores: Ernesto Sabato y Arnost Lustig, que murieron en 2011. Como judío, Lustig estuvo en Auschwitz, escapó y volvió a Praga a tiempo para participar de un levantamiento contra el régimen.
El lunes hubo una pre-apertura en el Instituto Cervantes, donde se inauguró “El atlas de Borges”, una muestra de fotos de viajes del escritor junto a su mujer, María Kodama. Muchas de las fotos fueron tomadas por ella misma, que el lunes contó que a Borges “le encantaba posar” y eligió una en la que ellos van en globo como “la foto más loca”. Estaban en San Francisco, contó, y los conductores del globo quisieron disuadir de la travesía al escritor. Dijeron que era muy difícil subir a la canasta: “Yo lo intento, si no, usted me iza”, dice Kodama que dijo Borges.
“Para Borges ser argentino era más bien ser porteño”, contó Kodama, para alegría de Hernán Lombardi, el ministro de Cultura porteño, que estaba sentado a su lado. “El Atlas refleja la vida de una pareja de enamorados”, había dicho Lombardi segundos antes. “Es el retrato de un Borges feliz, frente al cliché de un Borges atormentado”.
Un rato antes de las empanadas de la inauguración, recorrió la muestra el escritor español Juan Goytisolo, que participa de un encuentro de escritores. Por acá está también Mario Sabato, que hoy hablará sobre su padre y el viernes mostrará su documental “Ernesto Sabato, mi padre”. Justamente él puso un toque de calidez ayer, en la inauguración oficial, en el imponente edifico del gobierno municipal, donde los ascensores tienen asientos. “Por supuesto vengo como hijo de Ernesto Sábato –dijo– pero también vengo como hijo de Borges (no te asustes María, es metafórico). Y también vengo como hijo de Kafka. A los que amamos la literatura nos une lo filial, somos hijos de lo que amamos”.


Fuente: clarin.com

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