RUINAS DEL FUTURO,
CONSTRUIDAS CON RAPIDEZ




Un coloso de arcilla, creación inmediata y de corta vida.
Se llama "Una persona me amó" y es la improvisación que consagró al escultor argentino Adrián Villar Rojas, en la Trienal del Nuevo Museo de Nueva York.

Adrián Villar Rojas junto a su enorme escultura, una de las obras expuestas en la Trienal de Nueva Museo.
Por Randy Kennedy - The New York Times

El cuarto piso estaba en ruinas.
Era casi imposible caminar sin pisar un trozo de madera o una pila de escombros, y el polvo saturaba el aire hasta tal punto que había empezado a escurrirse a otros lugares del edificio a través de los conductos de ventilación.
Cualquier visitante del Nuevo Museo de Nueva York a principios de febrero habría pensado que el cuarto piso estaba en demolición.
Pero en ese escenario de destrucción había algo raro: en medio de todo, una suerte de torre gris que parecía de cemento se elevaba del suelo al techo.
En partes tenía el aspecto de algo inca, pero en otras parecía la parte de abajo de un viejo puente de autopista. Ante todo parecía el producto de una enorme impresora 3D infectada con un virus que imprimía esquemas y planes de forma caprichosa.
El objeto, titulado "Una persona me amó", una de las estrellas de "Los ingobernables", la Trienal del museo ­que presenta a más de cincuenta artistas jóvenes de todo el mundo­, era en su mayor parte de arcilla, uno de los materiales más antiguos y simples del mundo.
Un grupo de seis hombres y mujeres de Argentina armaron, dieron forma y tallaron la pieza, para lo cual trabajaron siete días por semana durante un mes bajo la dirección de un escultor de 31 años llamado Adrián Villar Rojas.
Hace apenas unos años, Rojas, que creció y estudió en Rosario, la tercera ciudad de Argentina, era poco conocido hasta en su propio país y trabajaba en un estudio en el garaje de sus padres. Luego de empezar a exponer en Buenos Aires, sin embargo, no tardó en conquistar admiradores.
Se lo eligió para que representara a su país en la Bienal de Venecia de 2011, donde un bosque de sus estructuras de arcilla se convirtió en un éxito inesperado. (Roberta Smith señaló en The New York Times que podrían ser un "nuevo tipo de montaje visionario".) Rojas empezó a usar arcilla porque era barata y abundante. Por otra parte, su cruda materialidad contrastaba con el aspecto etéreo de buena parte del trabajo de influencia conceptual de artistas argentinos impuestos.
Pero la arcilla ­debido a lo que pasa cuando se seca­ empezó a conformar sus ideas sobre el tipo de trabajo que quería hacer.
"Vea esto. Lo terminamos ayer", dijo al mostrarle a un visitante del Nuevo Museo una parte de la escultura. De distintos tonos de gris y recorrida por profundas grietas, la pieza parecía proceder de una excavación arqueológica.
"Es una ruina instantánea", dijo Rojas, que parecía haberse convertido también él en un anciano con el pelo y los anteojos cubiertos de polvo de arcilla. "Es lo que nos regala el material".
Piensa las piezas como ruinas del futuro, los restos de civilizaciones que aún no existen y resultan difíciles de imaginar, más allá del hecho de que terminarán por desintegrarse, como tienen el desafortunado hábito de hacer las civilizaciones.
Al igual que muchas ruinas, la propia pieza será demolida no mucho después de la finalización de la Trienal el 22 de abril, tanto porque no hay forma de desarmarla para retirarla del museo como porque, según dice Rojas: "Me encanta la idea de no tener un cuerpo de trabajo".
El grupo que contribuye a la construcción de sus monstruosidades no hace pensar en un grupo de asistentes de estudio sino en una banda en la que Rojas fuera el cantante y uno de los compositores. En los dos últimos años, a medida que cobraba fama, el grupo ha viajado como una banda de gira, de Ecuador a Alemania, México, Colombia, Italia, Francia y ahora a Nueva York, creando piezas en cada lugar en una especie de performance improvisada. Si bien las esculturas no son improvisadas, incorporan ideas de todos los integrantes del grupo y evolucionan a medida que ascienden.
El modus operandi del grupo de estar en constante movimiento y aparentemente crear sus propias reglas sobre la marcha, es una de las pocas cosas identificables que comparte con los treinta y cuatro artistas, grupos de artistas y colectivos temporarios que constituyen la Trienal.
La curadora de la muestra, Eungie Joo, dedicó un año y medio a viajar por más de veinte países para seleccionar a los participantes, la mayor parte de los cuales nació entre mediados de la década de 1970 y mediados de los años 80.
Mientras almorzaba hace poco en el lobby del museo con Rojas, dijo que lo primero que tuvo que reconocer cuando se dispuso a reunir una muestra representativa del trabajo de jóvenes artistas internacionales fue que "es una misión que admite su fracaso antes de comenzar".
La generación es "demasiado diversa y compleja como para generalizar".
Sin embargo, consideró que esos artistas compartían el hecho de haber crecido en una era de desilusión, muchos de ellos en países y regiones que se habían liberado del colonialismo sólo para caer en las garras de dictaduras, crisis económicas globales y otros problemas culturales y políticos endémicos.
(La muestra, que se concentra en Oriente Medio, Asia y América del Sur, comprende sólo a tres artistas nacidos en los Estados Unidos.) Si bien Joo inició su búsqueda antes del surgimiento del movimiento Ocupen Wall Street e incluso antes de los primeros levantamientos de la primavera árabe, el espíritu que motiva ambos movimientos parece animar la exposición.
Jonathas de Andrade, un artista brasileño de veintinueve años de la Trienal, expresó de esta forma la tendencia que caracteriza a su generación de artistas: "Una vez que dejamos de movernos, somos una simple foto. Cuando nos movemos, producimos constantes reflejos en muchas circunstancias. Nos adaptamos. Interferimos. Provocamos". 

Fuente: Revista Ñ Clarín

No hay comentarios:

Publicar un comentario