IRREVERENTES E INSUMISOS




Así son los proyectos con que unos treinta artistas imaginan otras realidades posibles para la Argentina de los próximos dos siglos.


Por Ana Maria Battistozzi

Aunque tardó en arrancar, la conmemoración del Bumisosicentenario llegó a plasmar múltiples iniciativas, en su mayor parte dominadas por una retórica del pasado. Evocar el momento fundacional de una Nación que aún tiene pendientes cambios fundamentales no necesariamente implica dirigirse al pasado. ¿Cómo zafar entonces de la recurrente mirada retrospectiva que rodeó prácticamente todas las referencias a la efemérides del 2010? Esa fue una de las preocupaciones que expresaron los organizadores de x 200 más, Paula Iglesias Genta, Carolina Bonta y Esteban Manzioni en una de las conversaciones que mantuvimos sobre la cuestión, ya avanzado el año del Bicentenario. ¿Cómo hacer de la ocasión un disparador de discusiones que permitan orientar al futuro cuestiones que tienen que ver con el pasado? ¿Y cómo correrse de esa retórica de la celebración? La noción de proyecto fue clave para dar respuesta a estos interrogantes toda vez que en sí misma implica más la perspectiva hacia el futuro que el pasado.
Así, a casi dos años de aquel momento y desatendiendo del todo los imperativos del calendario conmemorativo, la muestra x 200 más que se exhibe en el Centro Cultural Recoleta se presenta como el resultado de aquella ambición original, reelaborada y transformada, que luego tomó en sus manos la artista y a la sazón curadora Cristina Schiavi. La intención prospectiva contenida en el título mantiene una estrecha relación con la idea de proyecto que cobró protagonismo por varias razones. La más simple es que sirvió para articular aportes de distintos artistas definidos por ellos mismos como proyectos; otra, porque corona un vasto programa de debates que tuvo lugar a lo largo de 2010 y 2011 y excedió la instancia de esta muestra con la participación de figuras de extracción tan diferente como el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, la bailarina Inés Sanguinetti, el historiador Martín Albornoz, el director de la Biblioteca Nacional Horacio González, el psicoanalista Gustavo Motta o el arquitecto Gustavo Gándara, de la Fundación UOCRA. Y aún más porque terminó por definirse como la acción conjunta de personas con especialidades y formaciones diversas que empezaron con la propuesta pictórica de un diseñador industrial –Esteban Manzioni– que se vio radicalmente modificada a medida que percibió el interés de convertir en obra los procesos necesarios para llevar a cabo todo esto. Por último, porque la noción de proyecto en sí misma es, según Schiavi, algo que define la singularidad productiva de los artistas a corto y a largo plazo. Se haga realidad o no. Su mayor virtud y derecho a la existencia reside en el mero hecho de imaginar algo como tal.
¿De qué nos sirve el arte hoy y de qué nos servirá en el futuro si no es para imaginar otros mundos posibles? ¿De qué servirá si no es para orientar nuestra mirada más allá de la superficie? Para disfrutar del humor, ejercer la ironía, la amabilidad o la irreverencia frente a la autoridad no conferida. Estas parecieran ser las aspiraciones que se planteó la curadora al ordenar su propuesta. O eso es al menos lo que se desprende de su invocación a Leonardo Da Vinci, de la frase que sumó al título –“la imaginación es más rápida que la historia”– y de la propia lógica que sobrevuela los diferentes proyectos elegidos. Algunos, cargados de ironía, como los de Lux Lindner y Marcos Bainella, que parodian una realidad no siempre soportable; otros, que le otorgan dimensión poética, como los de Cecilia Ivanchevic, Marta Calí y Bárbara Kaplan o dimensión político social, como el de Fabián Trigo; el experimento audiovisual de jóvenes de Tremenda TV, la nueva Socioensayísitca Micromodélica de Marcela Sinclair que propone un encuentro de actores culturales, o la ingeniería fantástica de espacios comunes, de Alicia Herrero.
Lux Lindner presenta un “Monumento antipsi. dedicado a las víctimas del psicoanálisis”. Su propuesta viene acompañada de una fundamentación que remite al vergonzoso “exceso de psicoanalistas (650 por habitante) con relación a la escasa proporción de ingenieros, programadores y especialistas en suelos”. Según afirma el artista, “ya cuenta con la preaprobación del COMARGIN (Comisariado de la Argentinidad Inmanente) y habrá de ocupar el área de la ciudad conocida como Villa Freud, parquizada a tal efecto demoliendo la concentración de consultorios allí existentes. En tanto, el artista entrerriano Marcos Bainella intenta desentrañar con sus “Erosionadores” el misterio de una forma de vida subterránea, responsable de tanta calle llena de bache, conductos de agua y edificios rotos y “demás perjuicios que no permiten que la ciudad de Paraná se desarrolle con normalidad”. Para ello construye artefactos, mapas y una ficción fantástica que entrevera relatos científicos, históricos y acontecimientos próximos. Mariano del Verme imagina una catapulta que dispara piedras planas y permite “al más inútil lanzador dibujar hermosas parábolas en el aire”, mientras Judith Villamayor presenta un proyecto para medir la inspiración basado en la astrología.
Hay proyectos en función de una realidad puntual, como Arte en el Senado, que concibieron Magdalena Jitrik, Horacio Abram Luján y Mónica Millán en 2001 y proponía una “rampa puente” que hiciera del Parlamento un lugar de acceso libre, señalando la inutilidad de las monumentales escalinatas sólo habilitadas en casos excepcionales. Ya olvidada por los propios autores, la rampa fue rescatada para esta ocasión, igual que la “ambientación con espejos cóncavos convexos” que Luis Felipe Noé intentó en 1972 y abandonó por falta de medios. Vuelve ahora insidiosamente imperfecta, como para apuntar las persistentes dificultades que enfrentan otros, como la “Fuente con lluvia y luces de colores” de Margarita Paksa o la torre de 32 pisos que Clorindo Testa proyectó para Aerolíneas Argentinas en 1974 y tampoco se erigió. Hay proyectos de sutileza poética realizados ahora, como el de Cecilia Ivanchevich. Otros por realizar, como el “lugar para vivir cuando seamos viejos” de Ana y Ramiro Gallardo y Mario Gómez Casas. Y otros que echaron mano al cuadernito de los proyectos añejos como el “Sueño americano” de Tamara Stuby (EE.UU., 1973), que desliza una crítica a su propio país y a la vez un aprecio especial por éste por cuestiones que no solemos estimar. Por último, una entrañable mención a Raúl Alfonsín y su olvidado proyecto de trasladar la capital del país a Viedma.

FICHA

x 200 más. Muestra colectiva.
Lugar: Centro Cultural Recoleta, Junín 1930.
Fecha: hasta el 22 de enero.
Horario: martes a viernes, 14 a 21; sábados y domingos, 10 a 21.
Entrada: gratis.


Fuente: Revista Ñ Clarín

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