EL TANGO
TAMBIÉN APASIONA AL PIE DE LA TORRE EIFFEL

 
 
Con música en vivo y cientos de bailarines arrancó una muestra con distintas actividades culturales porteñas en la Ciudad Luz. 
Gran milonga en París.


Hace un año, María Maranesi se fue a vivir con su marido y sus dos hijos de 4 y 8 años a Barcelona. Fue el 26 de agosto, por un traslado de trabajo. Y desde Cataluña empezó a ver de nuevo a “su” Buenos Aires. Ayer llegó anticipadamente a París porque no se quería perder el festival de tango en la explanada de la Plaza del Trocadero.
“Yo no tenía mucha conexión con el tango, aunque mi papá es fanático y todos los domingos lo escuchaba desde las ocho de la mañana”, dice María, y relata: “Me conecté más estando afuera. Mi primera milonga fue en Barcelona. Pensé que iba a estar llena de argentinos y nada que ver. Creo que no nos damos cuenta de todo lo trascendente que es nuestro baile”. Lejos de Buenos Aires, piensa en disfrutar con su marido. Y ayer no se fue defraudada. Ese modo de sentir el baile se vivió en París con una fiesta de más de cuatro horas que unió pasado y futuro. El tango sigue anclao en la ciudad luz.
Al aire libre, del otro lado del Sena, frente a la Torre Eiffel, se presentó Tandem Buenos Aires-París, el ciclo cultural y literario cruzado entre las dos capitales. Durante tres meses París mostró sus actividades culturales en Buenos Aires; y desde ayer, y por noventa días, Buenos Aires estará en París. Con músicas actuales, artes visuales, cine, danza y teatro, suma 90 actividades y más de 150 artistas hasta el 24 de diciembre. Lo que los franceses llaman “un concentrado de cultura argentina”.
En el comienzo, la crónica debe ser meteorológica. La protagonizan dos argentinas, Sol y Mariana Bustelo, que a las cinco de la tarde empiezan una masiva clase de tango en francés y en castellano en pleno Trocadero, acompañadas por un disc jockey, MdVA, que viene a ser Matías, de Valentín Alsina. Son 100 parejas en un hipotético salón rodeado de 30 mesas con manteles rojos y negros, bajo nubes que se acercan cada vez más negras. “Transportamos el peso, 1, 2, 3, 4, y cruzamos la pierna izquierda con la derecha”.
Bailan todos. Un papá con su nena en brazos, una pareja de marroquíes, dos hermanas pelirrojas vestidas iguales y hasta con idénticas carteras, mujeres con mujeres, argentinos, franceses, turistas... Bailan todos.
A unos 300 metros se ve el enjambre de gente que hace la cola para subir a la maravillosa creación del ingeniero Eiffel. Justo cuando las nubes empiezan a descargar. “Tango sous la pluie, como Gene Kelly”, arenga una de las Bustelo. Y bailando bajo la lluvia aparecen los paraguas: nadie quiere irse.
Después, en diálogo con Clarín, Sol Bustelo recuerda que se fue de Buenos Aires en 1999 “para tomar distancia” y terminó enseñando a bailar en París. Cuenta que su aprendizaje fue al revés. Primero fue la práctica, el trabajo, y luego la teoría: estudió en la Universidad, donde presentó dos tesis sobre el tango milonguero. “Me gusta el tango porque cada uno tiene su percepción, no hay una sola mirada. Es el encuentro verdadero, corazón a corazón, lo que se siente bailándolo”, explica.
El turno de los campeones mundiales merecería una nota aparte. Los presenta el Director de Desarrollo del Instituto Francés, Jean Francois Gueganno. Es increíble lo que producen. “Tú conoces el secreto de los tangos y es por eso que los bailas como nadie”, pone el Dj. Sobre el cielo gris, al costado de la Torre Eiffel, se despliega un arco iris único al mismo tiempo que se escuchan los versos de “Bailarina de tango” entre bandoneones que batallan. Recibidos con admiración y coronados con aplausos, los campeones logran que “el salón” se desarme. Lo que era un rectángulo de baile se transforma en un círculo más íntimo con la gente sentada en el piso. Primero los ganadores de 2010, los argentinos María Inés Bogado y Sebastián Giménez. Después los recientes, los colombianos Natasha Agudelo Arboleda y su marido Diego Benavídez Hernández. Dos estilos bien distintos para confirmar que cada pareja es un encuentro. Ambos, en el ir y venir, en un vértigo que no depende de la velocidad. Y la gente enloquece, pide otra, y otra, aunque todavía falta la gran milonga, otra vez bailada por todos. Y después, un set en el que irrumpe el tango electrónico .
En las escalinatas del Trocadero, el ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, cuenta: “Lo que uno siente es que esto es un homenaje a los milongueros que, en los tiempos en que parecía que declinaba, mantuvieron vivo al tango. Ellos son el tango y nosotros buscamos darle visibilidad, estímulos e incentivos”.
Cuando cae la noche, llegan los Gotan Project a pasar remixes de los temas de la banda. Vestidos como dandis tangueros atraen más público, repartido esta vez entre los que escuchan y los que siguen bailando. En el horizonte parisino la Torre Eiffel estrena, justo en la velada tanguera, nueva iluminación. Los días del verano europeo empiezan a irse despacio.
Más argentino que el dulce de leche es Eduardo Makaroff, que integró, a fines de los 70 y comienzos de los 80, el dúo Edu y el Pollo. Hoy es parte de Gotan Project, tiene su propio sello, llamado Mañana, y celebra que los jóvenes se vuelquen al género. “El futuro del tango pasa por la creación, por la composición”, pronostica, y dice que esta noche, entre otras versiones electrónicas, también pasará “Canaro en París” en la versión del Antiguo Quinteto Real. Así sea entonces, en el planeta tango.

Fuente: clarin.com

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