CADA VEZ MÁS GENTE
MIDE SI TIENE UN COEFICIENTE SUPERIOR



Se duplicó la demanda de tests de inteligencia. La mayoría lo hace para poder sumarlo a su currículum o por simple curiosidad. En Buenos Aires, uno de cada tres aspirantes superó los parámetros internacionales de “inteligencia superior”.


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Por Mariana García


No es sinónimo de éxito académico Juegos, a velocidad luz Animarse a jugar aquí una partida de scrabble puede ser una verdadera humillación. Es que un simple mortal con inteligencia promedio no califica ni para competir con los chicos. En Mensa, aclaran, nadie se cree un genio, pero sí personas muy, pero muy inteligentes. Y cuando lo dicen no es de puro engreídos. Cada uno de ellos puede mostrar un certificado que así lo acredita y les da el pase para pertenecer al pequeño grupo de personas con una inteligencia superior . Para ser socio, aquí hay que tener, como mínimo, un cociente –en Mensa prefieren esta denominación en lugar de coeficiente– intelectual de 148, algo que posee apenas el 2 por ciento de la población. Aunque en el mundo Mensa existe desde 1946, en la Argentina se creó en 1997. Stephen Hawking, Jodie Foster y Sharon Stone fueron algunos de los miembros famosos. El escritor Isaac Asimov, fue uno de sus presidentes y hasta Lisa Simpson ingresó a Mensa en un capítulo de 1999. En Argentina, desde su creación, unas 900 personas han pasado el examen y 250 aún son miembros activos. Pero lo curioso es que cada vez se acerca más gente para saber si está en condiciones de afirmar que tiene una inteligencia superior. Si cinco años atrás, llegaban por mes cuatro o cinco personas para realizar el test, el año pasado ese número se duplicó . Sólo en la sede de Buenos Aires pasaron 140 personas de las cuáles 40 se fueron con su certificado Mensa, es decir que una de cada tres pudo irse segura de ser inteligente . La mayoría lo hace para incluirlo en su currículum –algo muy habitual en los Estados Unidos– o simplemente por curiosidad. Carlos Tello es psicólogo, miembro fundador de la versión local y quien se encarga de tomar los test: “Acá no hay genios, genio es el que crea, el que tiene la capacidad de cambiar un paradigma”, aclara. Gabriel Vulej es el presidente de Mensa. Agrega: “La inteligencia no te garantiza nada, ni la genialidad, ni la felicidad ni tampoco el éxito, queremos desmitificar lo que es ser muy inteligente”. En Mensa hay desde amas de casa hasta investigadores del Conicet. Y a contramano de las suposiciones, Tello dice que la mitad no pudo terminar una carrera universitaria y sobran los que se llevaban materias en el secundario. Es que según Tello, las personas con tanta inteligencia son “como francotiradores, tiran respuestas raras y exóticas que el grupo no acepta. Muchos tienen problemas para incorporarse”. Esa fue una de las razones que los llevó a fundar Mensa. La otra, aportar tanta inteligencia para el bien común. Pero en Argentina, Mensa funciona más como un club de amigos que una vez por semana se reúnen a jugar al TEG, el scrabble o sólo sentarse en torno a una mesa redonda a mantener discusiones inteligentes. “Yo digo que si somos ocho discutiendo en realidad somos dieciséis porque cada uno tiene dos opiniones que pueden ser totalmente distintas, son discusiones de locos”, se ríe Tello. En latín, mensa , significa mesa. El nombre fue elegido para mostrar la igualdad entre sus miembros. En nuestro país existen siete sedes en Rosario, La Plata, Córdoba, San Juan, Mendoza, La Pampa y Ramallo. En todas se toman los tests: duran una hora y cuestan 45 pesos. En Mensa aclaran que no hay que tener ningún tipo de preparación para rendirlo ya que se trata de resolver en poco tiempo acertijos, rompecabezas y ejercicios lógicos. Aseguran que hasta un analfabeto podría resolverlos siempre, claro, que su inteligencia esté por encima de lo normal. Con el examen rendido, la persona sabrá si entró o no a Mensa pero no cuál es su cociente intelectual ya que para saberlo con exactitud se necesitan otro tipo de test. Esos exámenes se hacen en forma privada y rondan los 300 pesos. En Mensa está prohibido andar exhibiendo el número de CI. Al parecer, no faltaba quien terminaba las discusiones esgrimiendo un número más alto que el del propio Einstein. Una persona con un CI de 120 a 129 se considera que tiene un rendimiento alto o superior. A partir de los 130, pasa a muy superior, pero quienes ingresan a Mensa han logrado pasar los 148. La licenciada María Roca, sub-Directora del Departamento de Neuropsicología de INECO, señala que “si bien la inteligencia es un factor importante para la adaptación también lo son el poder darnos cuenta de lo que los demás sienten frente a determinada situación y la capacidad de inhibir nuestros impulsos. No puede decirse que el rendir muy bien en tareas de inteligencia implique un buen rendimiento en tareas de otra índole ni mucho menos una mejor adaptación al entorno familiar o laboral”. El ingreso a Mensa es de por vida. Pero aunque el certificado dure para siempre, Tello recomienda que al cerebro hay que ejercitarlo. Cada mañana, el doctor se levanta a las seis y cumple dos horas rigurosas de palabras cruzadas y sopas de letras.


No es sinónimo de éxito académico


Por Paula Tripicchio licenciada en Psicología de ineco


Se habla de coeficiente intelectual (CI) alto o superior cuando un niño obtiene en este test entre 120 y 129. A su vez, hablamos de un CI muy superior cuando el mismo es mayor a 130.Algunos niños con CI superior o muy superior suelen presentar dificultades en habilidades sociales, problemas de conducta o falta de atención, debido a que muchas veces se aburren en el colegio o que el plan académico les resulta demasiado fácil. Cuando esto sucede, es importante realizar una evaluación diagnóstica, con el objetivo de determinar si existen dificultades específicas que estén generando dichos inconvenientes y en ese caso, realizar los abordajes adecuados. Que un niño tenga un CI alto o superior no necesariamente significa que sea exitoso académicamente. Los niños con altas habilidades cognitivas muchas veces presentan características especiales, que varían en función de sus diferencias individuales y ambientales. Muchos de estos niños, a pesar de sus dotes cognitivos, suelen presentar un “bajo rendimiento académico” (Underachievement Syndrome) y no les va bien en el colegio debido a que pueden ser desorganizados, desatentos, se olvidan de completar los deberes, pierden los materiales del colegio y no suelen tener hábitos o una metodología de estudio adecuada. Pueden ser solitarios, presentar dificultades en habilidades sociales y sufrir “bullyng escolar” (hostigamiento escolar) por parte de sus compañeros. A su vez, pueden ser niños con baja tolerancia a la frustración y con poca capacidad para inhibir impulsos, lo cual hace que se involucren en peleas o conflictos.


Juegos, a velocidad luz


LUDOTECA. CARLOS TELLO Y GABRIEL VULEJ, DE MENSA, CON FRANCISCO.


Fue cuando estaba en sala de cinco que los papás de Francisco descubrieron que su hijo era algo más que un chico despierto. “Tenía mucha facilidad para aprender y mucha capacidad de memoria. Se acordaba detalles de vacaciones de hacía dos años atrás”, cuenta Martín, su papá. Decidieron ir a Creaidea, un espacio de Mensa pensado para estimular, orientar y contener a chicos con un alto cociente intelectual. “Los maestros no saben como actuar ante un chico inteligente y sin querer los otros compañeros empiezan a discriminar”, opina Carlos Tello, quien dirige las actividades en Creaidea. Apenas le hizo el primer test ya supo que Francisco tenía una inteligencia muy superior. El objetivo es que los chicos se reúnan una vez por semana a jugar en su juegoteca –hoy asisten 30– y entender que hay otros como ellos con capacidad de resolver rompecabezas a velocidad luz. Se agrupan por edades y recién a los 16 años –con autorización de los padres– podrán probarse para entrar a Mensa. Para ingresar a Creaidea tienen que pasar una serie de pruebas y al finalizar sabrán si su inteligencia es superior o no, pero tampoco se les dice el número de CI. Tello sostiene que esa inteligencia puede involucionar si no se la cuida: “A veces veo chicos en el subte haciendo malabares y sé que tienen una inteligencia superior, pero ese chico nunca se va a enterar”. A Francisco no parece preocuparle en lo más mínimo su inteligencia. Le gusta Ben 10 como a cualquier chico de su edad y ve los partidos del Barca. Eso sí, disfruta cuando van pasando tíos y abuelos y él les gana al cinco en línea.


Fuente: clarin.com


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