SI BORGES VIVIERA...



El análisis

Jorge Luis Borges en Paris

Pablo Sirven
LA NACIÓN

Que Jorge Luis Borges ya no esté entre nosotros al menos permite que a nadie se le ocurra discutir su bien ganado prestigio de ser considerado unánimemente el mejor escritor argentino.
Pero si Borges viviera, otras pasiones más tempestuosas girarían a su alrededor, porque ante sus filosas ocurrencias el humor de algunos hacia el autor de Ficciones se mostraría un tanto más acuoso.
Si Borges estuviese aquí opinando, en serio o en broma, de ciertas exuberancias kirchneristas, 678 lo tendría a maltraer y la intelligentzia oficialista lo estaría castigando en declamaciones histriónicas o solicitadas henchidas de fervor gubernamental.
¿Que a Borges no le habría pasado? Si tras la asunción de Juan Domingo Perón a la presidencia de la Nación, en 1946, se lo humilló con el cargo de "inspector de mercados de aves de corral", arrancándolo de una biblioteca municipal, no es difícil imaginar qué habrían hecho con él estos hijos y nietos de la gran familia peronista fundada hace más de 60 años.
Atacar a Mario Vargas Llosa parece más fácil todavía: primero, porque es extranjero (y eso abroquela voluntades con encendido espíritu chauvinista); segundo, porque su adhesión a la democracia liberal y su declarada alergia a cualquier tipo de autoritarismo personalista lo convierten automáticamente en un enemigo al que conviene mantener a distancia. Y tercero, y crucial punto clave: Vargas Llosa ha sido muy duro y categórico a la hora de catalogar a los Kirchner. Querrían que sólo hable de literatura y no de política.
Por cierto no hay obligación, ni mucho menos, de acordar con las opiniones del último premio Nobel de Literatura en este o cualquier otro tema. Pero parece triste papel, tan luego para intelectuales, que se comploten para intentar amordazarlo. Porque de eso se trata cuando hierve un puñado de ellos para expresar su "profundo desagrado y malestar", al blandir la espada de la censura previa (aunque ni siquiera hay certeza de lo que Vargas Llosa vendrá a decirnos).
Reprueban por "inoportuna" y "agraviante" que se lo haya convocado a la apertura de la Feria del Libro porque consideran que irá en contra de "las preferencias democráticas y mayoritarias de nuestro pueblo". ¿Pero no es, acaso, el papel del intelectual ser un revulsivo de la sociedad, un atrevido agitador de neuronas que pone patas arriba los principios para ver qué tan sólidos o hipócritas son?
El intelectual que únicamente aplaude y lisonjea al poder de turno, advirtiendo alarmado sobre los que se desvían de ese monótono libreto, es un mero propagandista y ya no merece ser llamado intelectual. Menos todavía si para entrar en razones tiene que intervenir la mismísima presidenta de la Nación.
Los ahora frustrados aprontes están paradójicamente emparentados con otro tipo de represiones más nefastas que ya Vargas Llosa sufriera en nuestro país, cuando la dictadura militar prohibió su novela El escribidor y la tía Julia tan sólo porque en su trama sobresalía demasiado un personaje que hablaba muy mal de los argentinos.
Hablando de Borges, viene al caso recordar que opinaba que las dictaduras fomentan la opresión, el servilismo y la crueldad, pero que lo más abominable que hacen es fomentar la idiotez.
Si estuviese ahora entre nosotros, asistiendo a este nuevo sainete protagonizado por sus ex colegas, Borges comprobaría que la idiotez es imperecedera y atraviesa a la condición humana.



No hay comentarios:

Publicar un comentario