LA CURADURÍA Y EL ARTE POR ENCARGO



RENATE WIEHAGER. Curadora de la muestra. Foto Maxie Amena

Para las grandes corporaciones, el arte ofrece -además de una excelente imagen corporativa- la posibilidad de interactuar con uno de los sectores más creativos del mundo contemporáneo; de allí que varias de las más importantes colecciones de arte en manos privadas pertenezcan a las mayores empresas. Entre las alemanas, se destacan las colecciones de la Daimler (que posee unas 1800 obras, casi todas ellas de primer nivel) y la del Deutsche Bank (que este año presentó en Buenos Aires un pequeño recorte de su acervo en la muestra El arte de enseñar, en el Recoleta).
No sólo de geometría vive la colección de arte de la Daimler. En el Malba se pueden ver varias obras que han sido comisionadas especialmente por el Departamento de Arte y que no pertenecen a ese universo estético. Poner en diálogo ambas secuencias es un logro de la curadora Renate Wiehager, que nació en 1959 en Bremen, Alemania. Wiehager se formó en varias disciplinas: historia del arte, literatura, teología y filosofía. Wiehager se doctoró en 1988 y desde entonces estuvo a cargo de importantes museos alemanes. Ha escrito y compilado 200 libros y catálogos sobre arte del siglo XX. Desde 2000, es la curadora de la colección de arte Daimler.
Andy Warhol fue el primer artista que comprendió que la antigua separación entre arte y mercado había dejado de funcionar: hoy no hay arte sin mercado (sencillamente porque no hay nada fuera del mercado). Su obra es una puesta en escena, de diversas y complejas maneras, de la intensa relación que existe entre el sentido y el dinero. La colección Daimler comprendió bien esta apuesta de Warhol y desde hace décadas viene comisionando a los más importantes artistas contemporáneos.
En los pasillos del segundo piso del Malba se pueden observar varias de estas obras realizadas por encargo de la Daimler: además de varios trabajos de Warhol, hay una obra de David Hockney y una serie realizada por Sylvie Fleury. La artista suiza condensa la visión profundamente misógina del mundo del automovilismo. Casi como una metáfora crasa, las mujeres han sido reducidas (en las revistas y almanaques) a las "gomas". Meras portadoras de pechos y nalgas, las mujeres que aparecen en el mundo del automóvil son una metonimia del deseo masculino reducido a su expresión más simplista.

Fuente: LA NACIÓN

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