LA BIBLIOTECA VATICANA PROTEGE
SUS TESOROS CON NUEVA TECNOLOGÍA



Archivo universal / Guarda un millón de libros y valiosos manuscritos
Reabrió sus puertas tras modernizar su sistema de seguridad y de acceso a documentos


En el corazón del Vaticano, la Biblioteca recibe un promedio de 20.000 investigadores por año; la renovación costó 9 millones de euros.

Elisabetta Piqué
Corresponsal en Italia

ROMA.- Después de tres años cerrada, el lunes pasado volvió a abrir sus puertas la Biblioteca Apostólica Vaticana, una de las más antiguas y valiosas del mundo -famosa por sus salones decorados por elegantísimos frescos- que luce ahora totalmente renovada, modernizada y con novedades tecnológicas que la hacen mucho más segura.
Ahora es inimaginable que puedan darse allí escenas como la que se vio en Angeles y demonios , la película basada en la novela homónima de Dan Brown (autor odiado en el Vaticano), en la que Tom Hanks se metía en la supuesta sección secreta de la Biblioteca y arrancaba una página de un libro de Galileo.
Una de las novedades más importantes de la reestructuración de este centro de saber universal, de hecho, es que la mayoría de los libros pasaron a estar protegidos por un nuevo sistema de seguridad informático basado en microchips.
"Todos los volúmenes que se encuentran en las salas de consulta y una parte de los que están depositados en los almacenes fueron dotados de una etiqueta electrónica que hace sonar una alarma si el libro es sacado fuera de la Biblioteca, y que además nos permite en todo momento saber dónde está el volumen", explicó monseñor Cesare Pasini, prefecto de la Biblioteca Vaticana.
"Este sistema permite evitar los robos y también que se pierdan o traspapelen los libros. Si por error un volumen va a parar a un lugar equivocado, se detectará", agregó. En 1996, Anthony Melnikas, profesor de Historia de la Universidad de Ohio, en Estados Unidos, fue condenado a 14 meses de cárcel tras haber admitido haber robado de la Biblioteca Vaticana algunas páginas de un manuscrito del siglo XIV que perteneció a Petrarca.
Con los nuevos y sofisticados sistemas de control, será difícil que le pase algo al tesoro que custodia la Biblioteca Vaticana, que cuenta con un patrimonio de 150.000 volúmenes manuscritos, un millón de libros impresos -de los cuales unos 8400 son incunables (es decir, toda edición hecha desde la invención de la imprenta hasta principios del siglo XVI)-, alrededor de 74.000 legajos de archivo y 300.000 medallas, monedas, estampas y grabados. Hay joyas valiosísimas, como el papiro de Bodmer, que se remonta al año 200 y reproduce los evangelios de Lucas y Juan, donado recientemente a Benedicto XVI.
El acceso a la Biblioteca -que está abierta gratuitamente a estudiosos de todo el mundo que demuestren que están investigando y obtengan su respectivo permiso-, ahora sólo será posible con un carné informatizado. Este permitirá, entre otras cosas, pedir un libro sin necesidad de levantarse de la silla: basta conectarse con la red Wi-Fi de la Biblioteca, introducir la clave de acceso y solicitar el volumen que se desea. Las novedades también tienen que ver con flamantes sistemas de protección de los ambientes.
Un trabajo titánico
Fundada en 1450 por el papa Nicolás V, la Biblioteca necesitaba un lavado de cara: su estructura se encontraba en tan mal estado que, pese a la oposición de estudiosos que escribieron cartas al Papa para suplicarle que siguiera en funcionamiento, el 14 de julio de 2007 tuvo que cerrar sus puertas.
Desde entonces, hubo gigantescas obras de rehabilitación de este edificio que se levanta en el corazón del Vaticano, en cuatro pisos de un imponente palacio del siglo XVI. Por un costo de entre 8 y 9 millones de euros (salidos de las arcas de la Santa Sede y de varios sponsors ), se realizó una inmensa reestructuración de los espacios, que van del acceso del patio del Belvedere a las salas de consulta de la biblioteca, a una nueva torre con ascensor. Por todo esto, en otro trabajo titánico, fue necesario trasladar, empaquetar, limpiar y volver a catalogar los cerca de 2 millones de volúmenes que alberga esta institución, que suele recibir cada año un promedio de 20.000 investigadores de 60 países.
Incluso se hicieron mejoras en el famosísimo búnker donde se custodian, a temperatura constante entre 20 y 21 grados, y con un índice de humedad entre 50 y 55, los 75.000 valiosísimos manuscritos de la Biblioteca Vaticana, cuyo acceso está reservado a muy pocos. Su contenido también debió ser trasladado temporalmente al vecino Archivo Secreto Vaticano, donde se encuentran los documentos de los papas, algo así como el archivo del Estado Vaticano.
"Todo brilla, todo reluce y da gusto verlo", comentó a LA NACION el cardenal argentino Jorge Mejía, que fue bibliotecario y archivista del Vaticano hasta fines de 2003, invitado especialmente a hacer un recorrido de las flamantes instalaciones. "Los papiros se encuentran ahora en una sección propia, que en mi tiempo no existía, cada uno en una bandeja de plexiglas, que se saca y se abre, muy bien protegidos", destacó Mejía.
El cardenal recordó también que para celebrar la reapertura de la Biblioteca, en noviembre habrá una conferencia y una exposición, titulada "Conocer la Biblioteca Vaticana: una historia abierta al futuro".

Fuente: LA NACIÓN

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