UNA OBRA DE HELMUT DITSCH BATIÓ EL RECORD HISTÓRICO PARA EL ARTE ARGENTINO



El artista destronó del primer puesto a Antonio Berni, que ocupaba ese lugar por “Desocupados”.

EL CUADRO. ES EL OCÉANO ATLÁNTICO MIRADO DESDE LA COSTA IRLANDESA. LE LLEVO SEIS MESES HACERLO Y LO TERMINÓ EN 2005. LA OBRA TIENE ALREDEDOR DE 600 TONOS DE AZUL DIFERENTES.

Por Pablo Sigal

A fines de los ‘80 Helmut Ditsch se fue del país, defraudado con las galerías de arte y los críticos. Ahora quiere volver, con el mérito de haberse convertido en el artista plástico argentino más caro de la historia. La academia local sigue escéptica respecto del valor de sus obras, esos paisajes monumentales e hiperrealistas en los que da la sensación de que uno se puede meter. Y él, que sabe de ese desdén, se ríe y lo disfruta desde la otra vereda, mientras exhibe el contrato de venta de “El Mar II” por US$ 865.000 dólares.
La operación, que superó la marca que tenía Berni con “Desocupados”, se hizo en Austria. No fue en una subasta, lo habitual en estos casos (ver “El valor...”). “Nunca tuve intermediarios”, se jacta el artista. El comprador fue Parque de Alquife S.L., una desarrolladora de proyectos urbanos de Andalucía. “Uno de sus ejecutivos vino a mi atelier en Austria, se paró frente a la pintura (de 6 metros de largo por 1,5 de alto) y se emocionó hasta las lágrimas. No pagó ese dinero porque yo era Helmut Ditsch ni por un tema de mercado. Su sensibilidad fue la que lo llevó a ofrecer semejante suma. La obra era parte de mi colección privada y no tenía precio. Pero me pareció que era un buen momento para que se fuera”, dice el autor.
Helmut, de 48 años, explica que esta venta coincide con un momento personal muy triste. Marion, su esposa durante casi veinte años, murió de cáncer hace poco. “Ella fue muy importante en mi carrera y especialmente en la producción de “El Mar”. Se enfermó mientras yo pintaba esta obra y algo de esa tristeza se trasluce”. El luto se ve en su cara y en su ropa negra desde los pies hasta el cuello. El único contraste es su pelo casi blanco y largo, marca registrada del look Ditsch.
La entrevista con Clarín es en el primer piso de un dos ambientes prestado, con vista al río, en Puerto Madero. Cuesta creer que este señor, que supo vivir en un castillo irlandés y manejar una Ferrari, se adapte a esta relativa “austeridad” porteña. Ofrece café y lo hace. Luego, descuelga el cuadro que adorna la pared del sillón en el que se va a sentar (“para que no crean que es una obra mía”) y apunta sus dardos contra los que lo ningunean. “Jamás Berni o Pettoruti vieron un mango de lo que sus obras movieron. Si hay un mérito en mí es que cambié la historia en el trato entre el artista y el coleccionista”, dice.
A la Argentina, por ahora, viene cada tanto a visitar a su familia y vuelve a Irlanda, donde vive desde hace una década tras pasar unos años en Austria. En una de sus últimas visitas a país, en enero, en Villa Ballester (donde se crió) lo declararon ciudadano ilustre.
Algunos miles de afortunados han podido ver “El Mar II” en vivo, allá por 2006, cuando se exhibió en la Feria del Libro. Por lo demás, muy poca obra de Helmut pasó por la Argentina. Apenas montó una exposición, en 2001, en el Museo Nacional de Bellas Artes. “Fue un accidente”, dice irónico. Hoy, la mayoría de sus 400 cuadros (todos de grandes dimensiones), se encuentran en Edificios gubernamentales y empresas de Irlanda, España, Alemania, Italia, Inglaterra, Austria y Chile.
¿Sos consciente de que con tu venta desbancaste a gigantes como Berni y Pettoruti? Para mí no significa nada. Lo importante es ver lo que le pasa al público con una obra mía.
¿Sería posible un cuadro de Ditsch en el Malba? Sería una provocación. El Malba es una galería más, responde al sistema al que yo me opongo. A Costantini no le vendería nada. O sólo le vendería si dona la obra a la cancha de Boca o a una villa. Los museos no son mi ámbito, me hacen sentir mal.
Helmut combina el arte con la producción de vinos de alta gama (a 250 euros la botella), en un viñedo mendocino herencia de su padre. El mismo que le dijo que su madre (murió cuando Helmut tenía 7 años) iba a estar siempre en las montañas, las flores y la naturaleza. Freud mediante, ahí parece haber empezado todo.
La figura humana es un tema pendiente en su obra, pero está madurando. “Lo estoy esperando a mi amigo Charly García. El casting lo quiero hacer con él. Lo hablamos hace unos años y le encantó, pero fue una época suya muy complicada”, cuenta.
¿Y ahora? Debería volver a buscarlo. Pero está más gordito –bromea–, yo lo quería más flaco.

Fuente: Clarín

No hay comentarios:

Publicar un comentario