EL ESCRITOR Y LOS PERROS:
DE CÓMO VARGAS LLOSA
NEGOCIÓ CON LA CENSURA



La correspondencia del escritor con el censor español por la publicación de “La ciudad y los perros”

REMEMORA VARGAS LLOSA. EL PERUANO CUENTA SU RELACIÓN CON LA DIRECCIÓN DE INFORMACIÓN ESPAÑOLA.


El Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares guarda los expedientes de cuatro décadas de opresión en España. Allí hay también reseñas, lecturas y pasajes de lo mejor de la literatura iberoamericana de aquellos años. Es que el Archivo contiene correspondencia que escritores y editores mantuvieron con el director general de Información, jefe máximo de los censores, Carlos Robles Piquer.
El ocaso del franquismo coincidió con la emergencia del boom latinoamericano, construido en España a través del Premio Biblioteca Breve que instaló el mítico editor Carlos Barral. En 1962 resultó ganador un joven y todavía cercano a la izquierda latinoamericana Mario Vargas Llosa. La historia detrás de la publicación de La ciudad y los perros consagró al escritor peruano e ilustra la mecánica opresora del final del franquismo.
La censura denegó inicialmente el permiso a la obra sobre adolescentes en un internado militar peruano y, tras arduas negociaciones, se consiguió una autorización “de orden superior”. Un informe del 2 de mayo de 1963 pedía la prohibición: “El nudo de la obra ( ...) consiste en crítica áspera y dura de los reglamentos militares. ( …) Se refiere casi siempre a la mariconería, y con ello decimos todo”.
El catedrático José María Valverde intercedió escribiendo una carta al director general, con fecha 13 de mayo de 1963, en la que le decía que “se trata de la mejor novela de lengua española escrita en mucho tiempo”. Robles Piquer, puesto en alerta, se reunió con el editor Carlos Barral y con Vargas Llosa, quien recuerda hoy que, en un determinado momento, el político le dijo, con un guiño que buscaba complicidad: “Queremos que España se familiarice con la literatura moderna, pero los viejos no lo entienden. Es que su novela ridiculiza tanto al coronel”. “Al final –cuenta Vargas Llosa–, cambiamos solamente ocho frases ( ...) Pero Barral, en la segunda o tercera edición, audaz, las restableció”.
Entre las frases censuradas, estuvo la crítica de Julio Cortázar en la contratapa, que terminaba así: “Impecable testigo del infierno, su alucinante experiencia puede ser también fórmula de redención el día que nuestros pueblas descubran la libertad profunda que espera su hora enterrada al pie de las estatuas ecuestres de las plazas”.
Vargas Llosa le escribió a Robles Piquer en julio de 1963: “Esto en nada modifica mi oposición de principio a la censura, (...) la creación literaria debe ser un acto eminentemente libre”. El censor respondió: “Los productos de la imprenta ocultan manifestaciones pseudoliterarias que perjudican a la comunidad no menos que a los verdaderos escritores. El Sr. Barral me envió hace poco un ejemplo en lengua castellana de esta literatura”. En el archivo no figura, lamentablemente, el título en cuestión.

Fuente: CLARÍN

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