ESA TIPA DE MI CUADRA













































ESA TIPA DE MI CUADRA


Aún vieja y vencida,
quebrada y con su garbo marchito,
la ruinosa belleza de esa tipa
llena con su presencia
mi cuadra toda.
Está allí desde tiempos idos.
Esa tipa de mi cuadra
sólo ha dado y da amor genuino,
las más de las veces sin serle correspondido.
a pesar de costarle mantenerse erguida,
enferma, gastada,
mal comida y mal bebida,
con todos los dolores coincidiendo
sobre su ajado cuerpo,
incomprendida
y sin sus lozanías mozas,
derrama generosa sus orgánicas curvas,
como un mascarón de proa
que horada los vientos,
sobre las severas geometrías
que la circundan y enjaulan.
Igual que en una estampa japonesa,
las tortuosidades de su cuerpo,
cruzan en diagonal.
Buscando la luz
de allende el hormigón.
Aunque no esté el monte Fuji.
Ni su sombrero de nieve.
Parece querer asir
los amores
que transitan
las dos calles
que conforman la esquina
muy cerca de la cual
tiene su parada.
Dos tipas jóvenes de la vuelta
la miran buscando aprender.
Y en un futuro no demasiado lejano,
quien quiera saber de nosotros,
y de cómo amábamos y desamábamos,
deberá estudiar a esta tipa.
Como ocurrió con Pompeya y Herculano.
Esta vez sin lava ni cenizas.
Pero entre hierros retorcidos,
cementos y cantos rodados.
Por ríos ya inexistentes.
Como la infanta de la pavana,
o la que despedía el torero,
tendrá sus dignidades intactas.
Mientras,
con sol o a la luz de un farol,
ella ejerce,
alicaída,
sabia,
despaciosamente,
su antiguo oficio
de árbol.

Pedro L. Baliña
Buenos Aires, enero de 2000



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